Capítulo Veintisiete

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Sabía que las horas avanzaban por la luz que entraba por la pequeña ventanilla que alumbraba la oscuridad del sótano en el que estaba amarrado a una silla completamente a solas, aunque estaba seguro de que al otro lado de la puerta había al menos una persona cuidando de que yo no escapara de dónde estaba. Pero no pretendía hacerlo. Sabía que en algún lugar estaba Harry intentando recuperarme. Yo confiaba en él y en el resto de personas que velaban por mí, yo sabía que alguien llegaría a salvarme. O al menos tenía la esperanza de que fuese así; la noche pasó lentamente, como ninguna otra que recordase. Dormí un par de minutos separados por las horas de la noche y cuando quise darme cuenta ya era por la mañana. Quizá las seis o siete de la mañana. Con la luz podía apreciar el lugar con más detalle, y aunque yo ya había estado ahí y yo conocía cada rincón de esa casa, ese lugar en particular se me hacía extraño. Solía ser una sala de juego, el suelo alfombrado y las paredes repletas de cuadros con colores llamativos y brillantes, pero ahora todo era oscuro, las paredes sin pintura y el suelo húmedo. Parecía un calabozo, como esos que se ven en las películas, como esos donde la gente muere y sus cuerpos pasan años y años ahí hasta que la putrefacción desaparece y deja paso solo a lo que resta: los huesos. Aunque dudaba que eso ocurriese conmigo. No en ese lugar al menos.

La tranquilidad de hasta ese momento se vio invadida por el sonido de la puerta abriéndose, y no pasó mucho tiempo hasta que pude ver a Tomlinson parado frente a mí, alzando mi móvil en su mano derecha.

―Ahora necesito que me hagas un favor―pronunció mirándome a los ojos.

―Vete a la mierda―respondí sin quitar mi mirada de sobre la suya.

―Pero qué mal educado.

―Tomlinson, en serio, vete a la mierda―gruñí, y si fuese un perro posiblemente hubiese estado mostrándole la dentadura completa en ese momento.

―Mira, Louis, ¿quieres que Harry siga con vida? ¿Quieres que esto sea sólo un mal sueño?

―¡Qué diablos quieres, Tomlinson! Qué pretendes―alcé la voz, aunque sentía mi cuerpo débil. La falta de sueño, el cansancio y la falta de comida tenía mi cuerpo debilitado.

―Pretendo...yo pretendo muchas cosas―carcajeó, pero pronto su mueca se endureció luego de solo unos segundos―. Tengo dos opciones para ti. La primera es que me obedezcas y Harry salga con vida y la segunda, bueno...esa es obvia.

―¿Acaso me dejarás elegir?―reí de forma sarcástica, negando con mi cabeza. Él sonrió complacido, asintiendo con su cabeza.

―Bien, esto harás: marcarás el número de móvil de Harry y cuando él conteste, tú le dirás que estás bien ¿me sigues?―asentí, fingiendo desinterés―. Hoy daré una fiesta para los empleados de mi empresa, la navidad se acerca y es tiempo de paz y amor ¿no?―guiñó un ojo y le señaló a uno de los hombres que estaban en la puerta que se acercara. Éste me desató y volvió al mismo lugar, atentos a cualquier movimiento. Tomé mis muñecas y las acaricié viendo las marcas de las cuerdas impresas en mi piel―. Han sido bastante estúpidos hasta el momento, así que espero que ahora no lo seas―me entregó mi móvil y yo lo tomé en silencio―. Le dirás a tu príncipe azul que nos vea en el hall de la casa al mediodía. Debe venir completamente solo. Y si le veo junto a alguien, te mataré sin dudarlo.

―Estás enfermo―resoplé, pero desbloqueé mi móvil y me fui a la Agenda buscando el número de Harry―. No sé cómo tienes cara de decir que eres mi maldito padre.

―Créeme, tampoco soy feliz con el hijo que me tocó, pero uno no tiene la oportunidad de elegir a sus hijos ¿no?―murmuró. Me comí las ganas de responderle, simplemente negué con mi cabeza y me quedé mirando el nombre de Harry inscrito en la pantalla de mi iPhone―. Apresúrate.

Diecinueve Veranos |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora