Capítulo Trece

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Los días comenzaron a pasar con incluso más rapidez que antes, todo era la misma monotonía aburrida: del trabajo a la casa, de la casa al trabajo. En la casa, tocaba el piano, componía, gravaba melodías. En el trabajo tocaba el piano, cantaba. Las cosas con Melinda se iban enfriando poco a poco. Nos empezábamos a distanciar por razones que no teníamos idea. Pero no era que ya no nos veíamos, sólo que ya no teníamos sexo a menudo, ni nos besábamos en los labios. Son esas cosas que simplemente ocurren...o en este caso, dejan de ocurrir. 

Ya estábamos en los últimos días de Noviembre y yo no sabía nada de él, era como si se hubiese desaparecido de la faz de la tierra. No me preocupaba. Para él es normal desaparecer de vez en cuando. Al menos no me preocupaba hasta esa llamada. Era miércoles por la tarde, llovía con fuerza, eran casi las siete de la tarde y mi teléfono no dejaba de sonar. No tenía intenciones de responderlo pero el sonido ya era casi molesto. Me levanté de frente al piano y caminé a mi habitación, resoplé al ver la pantalla de mi iPhone iluminada, pero mi respiración se cortó justo a la mitad al ver el remitente de la llamada entrante:

Harry (14)

Catorce llamadas perdidas de Harry...pero cómo, si yo no tenía su número, mucho menos lo había guardado yo y...; la pantalla se apagó, pero en mitad de segundo volvió a iluminarse, una nueva llamada entrante se hacía partícipe de mi confusión y mi mente vacilaba en las opciones de responder o no a aquella llamada. Pero la respuesta fue obvia cuando mi corazón se aceleró y la conclusión entró a mi cabeza como una bala a más de cien kilómetros por hora. Así que tomé el teléfono, contesté y acerqué el mismo a mi oreja.

―¡Louis! ¡LOUIS MALDICIÓN! ¡NECESITAMOS TU AYUDA!

―¡Qué pasa! ―era Lana, su voz estaba tan agitada que apenas entendía qué ocurría―, joder, mujer, cálmate y explícame qué diablos ocurre.

―Es...es Harr...

―¡CORTA ESA LLAMADA, HAZLO! ―su voz...él lloraba, estaba llorando y gritaba, se notaba su desesperación tras cada sollozo.

―¡POR FAVOR, NO NOS HAGAS ESTO! No así...

―¡LANA! ―llamé a su nombre con el fin de contener su histeria―. Dime dónde están, dímelo.

―A diez kilómetros al sur. Apresúrate.

Y cortó.

Tomé mi chaqueta de cuero de dentro de mi clóset y una gorra de sobre la cama, las cuales acomodé con rapidez corriendo a la sala. Metí mi móvil a mi bolsillo y tomé las llaves de la mesa de entrada. No me di cuenta cuando ya estaba conduciendo por la carretera a toda velocidad, el parabrisas siendo violentamente azotado por el agua de lluvia y el motor rugiendo al ejercer la fuerza necesaria para adelantarse por el pavimento empapado. Maniobraba con rapidez entre los autos adelantando a todo aquel que se cruzaba por mi camino, y en eso los kilómetros que me separaban de la horrenda escena que tenía enfrente, se esfumaron ante mis ojos como una gota de agua colisionando contra el polvo del suelo. 

Salí del auto y corrí entre las personas, empujando a todo aquel quien sorprendido miraba mi presencia como si de un fantasma se tratase. El agua me empapó en apenas unos segundos y en menos de lo que pensé estaba a sólo dos metros de distancia de él. Su cabello empapado contra su rostro, sollozaba al tiempo que sus hombros convulsionaban, su mano izquierda alzada y un arma contra su sien. El ruido se redujo únicamente a la lluvia azotando el suelo, mi respiración agitada luego de haber corrido veinte metros hasta alcanzarle. Su respiración agitada luego de fijar sus tristes ojos dentro de los míos.

―Estás aquí...―murmuró apenas, con su voz ronca y grave tan peculiar.

―¿Qué pasa, Harry? ―susurré avanzando un paso al pronunciar su nombre― ¿qué pasa?

Diecinueve Veranos |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora