Sangre Pura.
Yan_skyblue.Capítulo 18.
El amor nace de nada y muere de todo.
-Jean Baptiste Alphonse Karr.
Los libros en la pequeña estantería, una otoma color carne, la cómoda con espejo estilo francés, velas en la mesita cerca de la cama, un sofá pequeño y las gruesas cortinas oscuras, todos testigos silenciosos de estas dos personas en la cama sin más malicia de acompañar su alma rota.
Ruxandra abrió los ojos lentamente acostumbrándose a la luz de vela; las cortinas evitaban que cualquier luz solar entrara, para la mujer era innecesario no obstante para su acompañante significaba vida o muerte.
Se removió en la cama adolorida hasta sentir algo a su lado, volteó y se enterneció; Artur dormía a su lado, sostenía una de sus manos tan callado y calmado como una melodía de acapela, ella sonrió, se movió para estar de lado para poderlo ver mejor, con bonanza perdida en el tiempo fluyendo tan despacio un sentimiento en su interior que era ahora demasiado incontenible.
El sosiego que él le transmitía iba fluyendo como melifluo riachuelo desde el centro de su pecho hasta el infinito de su cuerpo, apretó su mano buscando sentirse segura, se concentró en los pómulos varoniles, en la nariz fina, en las pestañas no muy espesas, en los labios finos y en la barbilla, en la respiración pausada.
Se suponía que los vampiros eran esclavos de sus bajos instintos, en ellos el hambre y el sexo son las necesidades básicas, las únicas que pueden existir en bestias marginadas de la oscuridad, a diferencia de eso ver a Artur la hacía pensar en esa emoción que creyó experimentar hace años pero que fue tan superflua como un suspiro, esa que le costó más que solo lágrimas amargas, aunque en él encontraba que fuera del miedo, la crisálida de su corazón se transformaba poco a poco en algo más profundo temiendo se convirtiera en una polilla, porque no podía ser una mariposa.
Nuevamente Ruxandra pensaba en el amor…
—Despertaste— dijo el cazador abriendo sus otoñales ojos para enfocarlo en ella y solo en ella, regalandole el atardecer y el amanecer iluminandole la vida misma.
Ella asintió enérgica, era como una mujer nueva, una que entendía lo que su hasta ahora callado y sumiso corazón había gritado por años.
—Lamento si te preocupé — llevó un dedo hasta la cabellera cobriza para acomodarla y descubrirle bien el rostro. Él cerró los ojos un instante.
—Ser un subordinado no es algo que me agrade — le tomó la mano frunciendo el ceño —. En efecto, estaba preocupado — la soltó lentamente suavizando el gesto, tocarla era como cuando un rayo caía cerca de ti.
—Es lo normal, los vampiros mordidos siguen a su amo en lo que sea, le sirven, pelean por ellos, viven por ellos, los protegen, se… — para sonrojada, esas palabras no las podía decir.
—¿Se aparean con ellos? — terminó la frase sin un ápice de vergüenza.
—No es obligación, supongo que es un instinto y puede reprimirse — contestó sentándose evitando sus ojos.
La cobija ahora apenas le cubría las piernas, el camisón de seda era muy grande y se deslizó a un lado dejando el hombro izquierdo y medio pecho al descubierto, las pupilas del subordinado se dilataron. Contra cualquier instinto o pensamiento, Moldovan se acercó a ella buscando apoderarse de su clavícula, de esa piel que aunque no era tersa, sus cicatrices también expedían sensualidad de manera dura y mejor que si fuera solo pureza.
Ruxa cerró los ojos, sin embargo, al último momento, cuando el aliento del hombre y sus colmillos estaban tan cerca que le daban una sensación fantasmal, se retiró alegando seguir cansada, él se quedó quieto sopesando lo que estuvo a punto de hacer, se levantó de la cama caminando hacia la puerta.
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Sangre Pura (historia Original Corta)
VampireEl cazador Artur Moldovan está tras la bestia más temida, los vampiros. Sabe que no será fácil matar a esas criaturas, pero es la última esperanza de un aterrado poblado en la vieja Transilvania. Ruxandra, la mujer de la Sangre Pura, la que destruir...