Capítulo 37

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Narrador: Anaïs Moreau

Nos sentamos en una de las pocas mesas desocupadas y me sorprende la cantidad de gente dormida sobre las mesas junto a almohadones y café acabados. Sí que era un trabajo de ensueños para Gerard.

Me pido un té negro y Béatrice un té de limón junto a unos bombones con relleno de frutillas. La miro con gracia por su combinación y ella se ríe un poco. Sabe que sus gustos son... Curiosos.

—Puedes contarlo —dice ella con ansias y no me queda de otra que agarrarme las manos un poco nerviosa.

Sé de qué lado se va a poner Béatrice y estoy interesada un poco en la aprobación que me dé sobre el tema. No me gustaría que se enoje.

Le cuento las cosas tal como son y al confirmarle lo que ha escuchado claro que se molesta. No es buena disimulando, pero intenta beber el té que le traen para dejar el disgusto un poco de lado, o eso creo.

—¿Cómo no va a reaccionar mal si tú dices cosas como esas?

—Béatrice, pienso lo mismo que la gran mayoría.

—¿Qué? ¿Entonces porque la mayoría dice algo tú vas y los sigues? No, Anaïs, sabes que eres mejor que esto.

—Es que aún no lo entiendes...

—No, no digas cosas así —dice con seguridad—. No me trates como si no lo comprendiera por alguna razón específica, no intentes tomarme el pelo.

Mierda, me va a detestar si hago eso. Aún sigo creyendo que es la chiquilla inexperta que llegó ilusa creyendo que todo era un sueño precioso, pero claro que no es así. Lo hace muy visible en la dureza de sus gestos.

Estoy haciéndole gaslighting como su novio. Sé que no es justo. No debería haber utilizado esas palabras.

—Lo siento, no tuve que haber dicho eso.

—Y tampoco tienes por qué meterte con Léa. Puede ser que no hayas tenido un buen comienzo con ella, pero eso no la hace una persona que merezca burlas. Imagínate que forma parte de una minoría, como esos rumores dicen, ¿eso en qué la cambia? En nada, sigue siendo una mujer.

» Hemos coincidido bastante en otros puntos de vista e intento respetar tu opinión, pero poner en duda a una mujer por la idea de sus genitales es morboso. ¿Acaso deberíamos mirar qué traen en los pantalones todos para sentirnos a gusto con ellos?

Si Adrienne es una bomba cuando explota sobre temas controversiales Béatrice es peor. Tiene menos tacto y peor capacidad para neutralizar su tono de voz. Salta lo más rápido posible en defensa de sus pensamientos y con muchas palabras.

Me lo tenía que haber esperado siendo que defiende a Maxime a pesar de los rumores que tiene detrás, pero me parece que, incluso, va un poquito más lejos que eso. Va más allá de la afinidad que tenga con las personas. Béa siempre va a defender a aquellas causas que le parezcan justas. Como lo hace ahora con Léa haría lo mismo con cualquier otro.

Admito que me ha dejado sin palabras su discurso, tanto así que ni siquiera puedo mirarla a los ojos.

—Yo estoy completamente de acuerdo con lo que dice Adrienne y si no te gusta te puedes ir. Pero esa actitud es inmadura y lo sabes. No puedes irte cada vez que escuchas algo que no te gusta y no lo has hecho la mayoría de las veces, así que ¿por qué la norma aplica con ella y con los demás no?

—Porque la mayoría de las personas piensan similar y si no me acoplo me dejarían de lado.

—Creo que existen las excepciones.

—¿Cómo quiénes?

—Como yo.

—¿Qué quieres decir con eso, Béa?

—Yo voy a ser la excepción. No quiero seguirles la corriente a todos. Me tienen harta.

—Y eso que no has pasado ni un año.

—¿Necesito pasar un año para tener que decidir si soportar esta sociedad? Tú misma has apoyado mis razonamientos mucho antes. Yo no me voy a quedar de brazos cruzados.

No puedo evitar sonreír. Su voz ha tomado mucha fuerza en este último tiempo. Lleva ya más de medio año y tiene las ideas muy clara. Ya me la puedo imaginar en un futuro.

Ojalá logre cerrar muchas bocas como la mía.

—Está bien, tú ganas —digo elevando las manos como derrotada—. Tienes mejores puntos que los míos.

—No se trata de ganar, Ana, se trata de hablar más allá de nuestro privilegio.

—¿Quién te ha enseñado eso? —me intereso, recibiendo una simple risa.

—Adrienne.

Claro que era ella la fundadora de todos los pensamientos tan escandalosos, hasta usó las mismas palabras. ¿Cómo no pude darme vuelta?

Algún día ese volcán hará explosión de una forma magnífica... Oh, ahora me han dados una intensas ganas de confesarle todo a Béatrice. Sobre mí, sobre mis sentimientos y lo que me está pasando últimamente.

Pero tengo que contenerme un poco.

—Quizás si abres un poco más tu mente, lo entenderás —susurra Béatrice en cuanto termina su té y come uno de los bombones.

—¿Vas a ayudarme con eso?

—Claro que sí. Pero necesito que no seas tan susceptible para la próxima.

Cuando La Luna Sale [Primer Libro de la Trilogía Grandiose]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora