Capítulo 30

11 3 0
                                    

Béatrice Marie

Despierto completamente mareada y adolorida. Tengo un dolor increíble en todos lados, como si de repente me hubiera caído una roca encima.

Ladeo la cabeza, intentando comprender dónde me encuentro, pero en cuanto siento una mano tomándome con delicadeza me giro a encontrarme con esa persona. Es mi hermano, así que no era un sueño.

Aprieto sus manos y vacilo un momento a la hora de hablar, pero le pregunto qué ha sucedido, por qué la habitación es tan blanca y si estoy quebrada de alguna forma.

Sé que no tiene mucha coherencia la última, pero él se esfuerza por explicarme que estoy internada, algo que me baja la presión por completo y me hace recostarme de nuevo. Intento no tomármelo tan mal, pero los internos nunca suenan bien.

—Escucha, goldy, estás bien. Solo te internaron por el desmayo que tuviste... Al parecer no comías bien.

—No, yo como excelente.

—El doctor no dijo lo mismo. Me temo que no me estoy enterando de algo.

—Te estás enterando de todo, es la verdad. Yo solo me restringía un poco como todas.

—Tu restricción te ha llevado hasta aquí.

La seriedad de sus palabras me suena surrealista. Él no suele actuar de esta forma y me hace sentir un poco boba cuando yo me quedo sin argumentos.

Pero me avergüenza muchísimo hablar al respecto. No sabía que estaba tan mal.

Para mi suerte, Eugene cambia de tema y me cuenta con cierta gracia que le cayó bien Gerard, que fue el único que no actúo como un tarado.

—Él es todo un caballero... Lástima que no sea tu novio.

—¿Qué pasó con Maxime?

—Se empezó a escandalizar. Literalmente hizo tremendo papel. Estuve a punto de golpearlo, pero Gerard me detuvo.

—Y eso que Gerard lo odia.

—Estela solo se burla de ese tipo. No sé, goldy... Es raro que todo el mundo lo tome como un chiste menos tú.

—¿Has leído lo que ponen las revistas de él?

—Pues algo. Quizás al tipo solo le gusta armar polémica.

—Puede que yo no esté muy urbanizada, pero créeme, él no buscó nunca ese lío. Dudo que a alguien le guste ser llamado "Maxime el desviado" o "La nueva mujercita", no al menos con esas intenciones.

Él toma asiento y me mira con sincera intriga, parece analizarme.

—Entiendo. Has cambiado mucho, ¿eh? Antes no hubieras sido capaz de defender tu postura y solo hubiera explotado en capricho.

—Supongo que ahora se me da un poco mejor el habla.

—Tienes razón. Me gusta el avance que tienes... Y, bueno, si él te hace feliz, es increíble.

Yo asiento con la cabeza y me río un poco de su expresión de decepción. Odia saber que tengo novio y que no se ha enterado a tiempo. Odia también a los actores, excepto por su actual pareja. Pero en cuanto más hablo con él, más rápido me entero de que todo es una farsa.

Sigo siendo muy inocente a juzgar de su sonrisa burlona.

—Estela es como una amiga para mí. Ella y yo hemos hablado sobre las condiciones de nuestra relación con tal de que nos favorezcan mutuamente.

—Pero, ¿tú que puedes ofrecerle a ella?

—Bueno, ella es una actriz desde los catorce y debido a su belleza recibe demasiada atención de los hombres. Un día nos conocimos gracias a Tomas y debido a la buena química que tuvimos ella me pidió que fingiéramos ser pareja hasta que pueda terminar de demostrarse. Confía tanto en Tomas que me aceptó de inmediato cuando él habló bien de mí.

Supongo que habrá tenido malas experiencias como la que cualquier mujer bonita puede tener.

—Así que tú eres su novio, ¿y qué recibes a cambio?

—Reconocimiento.

—Oh, qué pícaro.

—Vamos, goldy, no me mires así. Adoro cuidarla, pero necesitaba algo a cambio.

Adoro verlo sonrojarse mientras insiste con sus posturas. Aún seguimos siendo como los niños pequeños que se peleaban por tonterías como ver quién se quedaba con el pedazo de sandía más grande.

Pero Eugene siempre ha tenido ese malgenio al ser humillado, de querer pasarte por encima. No entiende lo que es una simple broma.

—Sabes, has perdido tu esencia. No eras tan atrevida antes.

—Solo he agarrado más confianza, no creí que te molestaría.

—Es raro hablar con alguien que actúa como una adulta.

—Es que lo soy.

—Para mí sigues siendo una niña. Apenas tienes veintitrés. ¿Por qué te adelantas a todo?

—No puedes venir a reclamarme esto, no sabes nada de lo que he pasado aquí.

—Tan solo me gustaría hablar con mi tonta hermana. Con la real.

—¡Pues soy lo más real posible, Eugene! Solo porque haya cambiado, no significa que ya no sea la hermana que conoces. Tienes que aceptar que no puedo actuar como una idiota en una sociedad tan aprovechadora.

Él frunce el ceño y se aprieta los brazos contra el pecho. No me puedo creer que tome esta actitud ahora. ¿Se enojó porque le grité? Muy pocas veces me saca tanto de lugar, pero tiene que entender que todo esto aún sigue siendo raro para mí y no es un consuelo que me diga "falsa" solo porque he madurado. Era hora de que abriera los ojos.

Cuando creo que se está por marchar, vuelve hacia mí y se sienta a mi lado, en un profundo en silencio. No sabe qué decir. La razón no me va a dar, pero tampoco se va a poner a dar discursos tontos de cómo he cambiado, o eso espero.

Al final, como si olvidara el tema, dice en un murmullo "te extrañé" y supongo que ese es su perdón. No me importa si no puede dejar su orgullo de lado por mí porque lo acepto tal como es, incluso si él también ha cambiado bastante.

—Yo también te extrañé, Eugene.

Cuando La Luna Sale [Primer Libro de la Trilogía Grandiose]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora