Capítulo 41

7 1 0
                                    

Anaïs Moreau

Si alguien me dice que organizar un evento familiar como este no es un trabajo, insultaré a esa persona.

El tener menos sirvientes y claramente dejarles los días libres a los únicos dos me ha hecho buscar la decoración, poner las estufas, prender el horno como tres veces para calentar un poco más y poner los platos en orden diferente al que los pone Marisa. Ella está más errada que nunca, haciendo las cosas al revés, así que también le pedí que se relajara junto a mi madre y que miraran algo en la tele. Hay tantos canales de chismes que la verdad es fácil mandarlas allí.

Termino justo a la hora en la que caen los primeros invitados y tengo que limpiarme el sudor con la mayor rapidez posible.

Por suerte, los primeros son los Robinson, quienes se propusieron ayudarme con la cocina. Agradezco su consideración e invito a Estela para que chismosee con mi madre. Se adoran y se la pasan hablando durante horas.

Me alegra que al final seamos una familia más unida. Lejos de Leo.

Para cuando Greta me hace una práctica de relajación, digna de ella, llegan los demás invitados: Los Montenegro, donde está mi tía Carmen junto a su esposo español. También los Moreau lejanos, esos que uno nunca sabe por qué vienen si no tienen invitación. Y unos conocidos de los Robinson, familiares de corazón se dicen. Supongo que no somos todos compartidores de sangre, pero me alegra que la tradición se haya roto.

Ya no tiene sentido que siga habiendo algo que nos clasifique exactamente como familia de sangre.

Para mi mala suerte, Charlotte también llega y como soy la anfitriona la tengo que recibir. Ignoro su intento de charla y también el de su esposo. Ni siquiera miro de cerca a Bonnie en su cochecito. Solo sigo para adelante con lo mío.

Me es más cómodo así, fingir que no existen, incluso si se quieren meter de una forma u otra.

Pero el único invitado que realmente me sorprende no ver es Belmont. Al parecer, finalmente, ha desistido a la invitación familiar. Es un poco tímido. Esto es un total triunfo para mí.

Los últimos en llegar son Gerard con su novia y Béatrice. Los trato con mucha menos cordialidad que con los demás y los invito a sentarse cerca de mí. Aceptan con gusto, como no.

Pero solo puedo fijarme en Béa entre toda esta gente vestida con su mejor ropa para presumir ante familia que puede no vea en décadas. Ella se nota que eligió esto por quedar bien y, aun así, lo luce como una diva.

Me atrapa mirándola y no me queda de otra que mirar a otra zona, hacerme la distraída, charlar con gente. Todo menos acercarme demasiado. Tengo que servir a la mayoría, no me puedo concentrar mucho en ella o terminará en catástrofe.

—Hermanita. —Esa forma de llamarme me molesta profundamente, pero aun así me doy vuelta—. ¡Mírate, luces preciosa incluso si tuviste que armar todo esto sola!

—Gracias, Noah, tú sigues luciendo básico, pero vas por buen camino.

—Luzco de diez. Eh, no la evites, por favor.

—¿A quién?

—A Bonnie.

Incluso si la mesa larga estaba llena de gente hablando y hablando, podía escuchar perfectamente la voz de Noah. Aunque podría haberme hecho la desentendida o ignorarlo no lo hice. Lo miré y miré al bebé que tenía en brazos. La miré con todo el dolor del mundo porque era una cosita parecida a mí y no a Charlotte.

—Quiere conocer a su tía.

—Pudo haberla conocido en el hospital si tan solo su madre no se encargara de alejarla.

—Sabes que Charlotte solo es impulsiva y...

Antes de que pueda seguir hablando, con esa cara de padre triste por una hija no aceptada, tomo a la pequeña entre mis brazos y me sorprende la facilidad con la que la puedo cargar. Nunca tuve un bebé en brazos. Mis dos hermanos menores habían muerto tras nacer así que jamás sostuve a ninguno.

Ahora es como si una oleada de sentimientos brotaran de mí ante la pequeña niña que sonríe y me toma un rizo. "Ey, ey pequeña" le digo un poco molesta, pero luego solo me río mientras la mezo. Es justo lo que necesitaba para calmarme, para bajar un poco mis ánimos y, quizás, aceptar la disculpa por parte de Noah.

Pero a Charlotte no la perdono. Y no sé si alguna vez podré perdonarla. Eso lo decidirá el tiempo.

Solo sé que Bonnie no tiene la culpa de su actitud.

Béatrice se termina acercando a mí y alzando al bebé cuando mis brazos se cansan. Noah y Charlotte estaban muy ocupados charlando con todo el mundo y presentándose como padres y señalando a la niña de lejos.

Ambas nos la pasamos bromeando un poco y enterneciéndonos de esa pequeña. Incluso por un momento la apoyo contra mí, casi abrazándola. Es tan pequeña que ese gesto es gratificante.

Y todo va bien hasta que alguien toca la puerta.

Y todo va mal desde que ese alguien es Belmont.

Cuando La Luna Sale [Primer Libro de la Trilogía Grandiose]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora