Capítulo 20

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Narrador: Béatrice Marie

Anaïs se aleja con esa frialdad suya y me quedo desmoronada aquí, esperando a Tomas mientras el frío hela mis huesos y los perfora. Veo a algunos de los hombres pasar y me quedo rígida, pero se marchan sin más. Hay gente a mi alrededor, incluso creo que me hablan, pero me siento fuera de mí, dando respuestas automáticas y luciendo una sonrisa que no sé cómo hacer.

Se siente como si alguien más controlara mi cuerpo.

Cuando ya casi todos se van y yo termino mis charlas veo a Tomas salir con un cigarro en la mano. Es la primera vez en la noche que me mira y lo hace con tal desprecio que me dan ganas de cubrirme, porque me siento una zorra así. Y aunque de parte de esos hombres sonaba como un halago a mí se me hace el peor de los insultos.

Se pone a fumar a un costado y me alejo un paso para no recibir el humo en la cara.

—¿Por qué te sentaron en esa mesa?

—Ya sabe la respuesta.

—Quiero oírla de tus labios.

—Porque me comporté mal —digo sin emoción alguna. ¿Qué debería expresar?

—Bien, cariño, cada día aprendes algo nuevo. Hoy aprendiste que cada acto tiene su consecuencia.

—Y no va a volver a suceder.

—Béatrice, ya sabemos que se va a repetir varias veces. No me intentes engañar.

Intento distraerme de su voz apretando las uñas contra mis palmas y contando los segundos en mi cabeza. Quizás si... si no pienso en él no me empezarán a palpitar las sienes.

Al lado mío noto a Gerard. No sé por qué, pero me pisa y no puedo evitar soltar un quejido. "Lo siento" dice en voz baja y me observa con esa expresión de tristeza que no me gusta.

—Vas a empezar a fumar —resalta Tomas como si nada mientras le da otra calada a su cigarro—. Te hice caso en tu pedido, pero a ti no se te pueden dar los gustos porque te vuelves caprichosa.

—Mi familia tiene antecedentes de...

—¿Te pregunté?

—Pero es necesario que no...

—No me interesa lo que tú pienses. A ti no te interesó lo que yo te pedí, así que ahora te exijo. No es negociable nada de esto porque eres una desagradecida.

—Lo siento, yo...

—Jugaste con mi confianza —dice y ahí noto cómo eleva un poco el tono para luego tirar el cigarrillo.

Sus ojos parecen llenos de sangre, como si de repente se mostrara mucho más frívolo y cruel. Incluso su tacto en mi hombro es frío, quizás por los guantes.

—¿Cuándo fue el día que te hice pensar que para mí las mujeres tienen voz?

Creí que Tomas era un humano, que tenía algo de dulzura dentro de él, pero no. No la tiene. Y eso me deja desconsolada. Me he hecho una imagen muy errada de todos, incluso de Gerard, a quien creí que me protegería.

—Lamento no haberte defendido, Béa.

Gerard es el único que se disculpa mientras me abraza. Me siento asfixiada entre sus brazos y aun así me callo.

Porque incluso si me matara, me sentiría feliz de morir en brazos de alguien que al menos no me trata como una imbécil o zorra, incluso si me ha traicionado. 

Cuando La Luna Sale [Primer Libro de la Trilogía Grandiose]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora