¡ diez !

257 29 4
                                    

— Hyung, eres realmente adorable —le halagó el pelirrojo, tomando con cuidado su rostro para sonreírle con cariño a la vez que acariciaba su mejilla delicadamente, atrayéndolo, animándolo a dejarse caer en su mano en busca de más afecto.

Jeongin siempre había sido tan suave y cálido con él, tratándolo con tanto cariño, con tanta suavidad, como si fuese algún objeto extremadamente delicado, demasiado hermoso y especial y se tuviese que tener el mayor cuidado del mundo para evitar romperlo, porque un simple movimiento brusco sería capaz de crear una gran grieta y fragmentarlo en horribles y dolorosos pedazos que no podrían juntarse fácilmente.

— Realmente te ves muy bien con la camisa —le halagó, bajando su mirada de su rostro a su pecho.

Se hallaban en el cuarto del menor, otro de sus miércoles de tutoría, sólo que esta vez fue una clase más corta, completando un trabajo que tenía Jeongin para el día siguiente. Por lo que, al terminar, pudieron disfrutar de ver una película en su netbook, sentados en la cama hasta que, antes de comenzar a ver algo, el mayor se distrajo echando un vistazo a las prendas del pelirrojo. Observando con atención la variedad de estilos y colores, tanto suaves como fuertes, delicados y hasta llamativos.

Entre tanta curiosidad y exploración, terminó encontrando la camisa que había visto en la tienda cuando fueron al centro comercial en su salida del viernes, le había gustado aquella prenda y después de tantas dudas e inseguridades al respecto de probársela o no, terminó por hacerlo, recibiendo halagos por parte de Jeongin y que este se la comprase aún si le había repetido varias veces que no Io hiciese.

Quería la camisa pero si la usaba al salir o su madre la encontraba escondida en su cuarto, no querría imaginar lo que sucedería. Al final pudieron llegar al acuerdo de que Jeongin la guardaría y Hyunjin podría probársela siempre que quisiese cuando estuviese con él.

La camisa era de color negro, con cierta transparencia en la zona de la espalda por lo que se podía notar parte de su piel besada por el sol y su delgada anatomía. Se sentía un tanto tímido pero a la vez emocionado mientras la traía puesta, estaba rompiendo parte de las reglas de su madre sin que esta se enterase y aquello creaba una sensación de adrenalina. Sentía que podía ser capaz de todo, de desafiarla y crear su propia vida.

Se miraban con intensidad en el silencio que los rodeaba, con el rubio parado enfrente de Jeongin, quien estaba sentado en su cama esperando a que el más alto saliese del baño para mostrarse con la prenda.

Hyunjin se había animado a caminar un poco más y ubicarse entre las piernas del menor, una de las manos de este ubicada en su mejilla y la otra posando tímidamente en su cintura en un comienzo, temiendo hacer algo que pudiese incomodar a su hyung. Pero aquel tímido agarre se volvió un tanto más firme, manteniéndose lo suficientemente flojo para que el omega se alejase si es que tenía algún problema o incomodidad con eso.

Por suerte, Hyunjin parecía no querer separarse mientras posaba sus manos detrás del cuello de Jeongin, acariciando los cabellos rojizos de su nuca. Sus miradas chocando con demasiada intensidad, sus rostros acercándose lentamente, sus labios rozando mientras Hyunjin se agachaba cada vez más.

— Hyung... —susurró el pelirrojo, una chispa recorría su cuerpo ante la sensación del suave roce de sus labios debido al movimiento de estos al hablar— ¿Puedo...? —una pregunta que no terminó de ser dicha pero aún así quedaba clara.

Y en vez de pensarlo demasiado, decidió hacerle caso a su corazón, decidió escuchar a su omega que le decía A la mierda todo, besa a este malditamente hermoso chico y disfrútalo porque la vida es una y mamá no está aquí para arruinarlo.

El rubio asintió con la cabeza levemente antes de susurrar un , y sus labios se conectaron al fin. Luego de tantos días con ese deseo, pudieron romper con aquella tensión, fundiéndose en un delicado y dulce beso. Sus belfos moviéndose con suavidad y sincronía hasta que el ambiente pareció calentarse un poco, después de todo, seguían siendo dos adolescentes con hormonas alborotadas y dos lobos exigiendo por más al poder al fin encontrarse.

Hyunjin se sentó en el regazo de Jeongin, tirando de los mechones rojizos de su nuca mientras el menor acariciaba su cintura con ambas manos ahora. Suaves jadeos escapando de los labios de ambos, amortiguados por el caliente beso; sus lenguas encontrándose, creando una batalla, una danza que estaban dispuestos ambos a bailarla.

Se separaron, pero no por el sonido de la puerta de la entrada abrirse o la voz de la madre de Jeongin indicando su llegada, sino por el oxígeno que sus pulmones comenzaron a exigir, separándose jadeantes, agitados, con un pequeño hilo de saliva uniendo sus bocas y sus pupilas dilatadas reflejando el amor y deseo que sentían por el otro.

Se alejaron de a poco, sólo por los golpes de la señora Yang en la puerta, sentándose uno al lado del otro antes de que esta la abriera para preguntar cómo estaban y luego marcharse al conseguir respuesta, indicando que haría unos sandwiches para que comiesen.

Una vez de vuelta a la soledad y el silencio, se miraron de reojo, sonriéndose mutuamente a la vez que entrelazaban sus meñiques.

Su lobo tenía razón, Hyunjin se dijo, a la mierda todo, sólo amaría a ese chico que estaba dispuesto a amarle igualmente.

── pastel boy !Donde viven las historias. Descúbrelo ahora