3: Córrete

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El hombre frente a mi, parecía demasiado relajado mientras me observaba de forma juguetona. El perro a su lado ladeaba el rostro de un lado a otro, quizás buscando de dónde provenía la vibración. Volví a removerme e intenté retroceder cuando mi vecino dio un paso hacia mi dirección.

Estaba tan avergonzada que tenía ganas de llorar.

—No te avergüences —me dijo repasándome con la mirada—. Con todo respeto, dama, no me molestaría volver a ser testigo de semejante escena. Fue algo exquisito de ver.

 ¿Estoy alucinando o realmente dijo eso? La ganas de llorar se me atoraron detrás de los ojos.

—¿Qué?—y la pregunta me salió ahogada.

No podía creer lo que había escuchado. Sus ojos brillaron y se mordió el labio todavía mirándome de forma descarada. Volví a tensarme porque sentí que se me comenzaba a acumular el gustito entre las piernas. Ay no, otra vez.

—Si quieres correrte, hazlo.

—No—intenté hablar, pero me salió un gemido bajito.

—Vamos, sé que quieres —me pidió mientras me observaba fijamente y se mordía los labios—. Tu cuerpo entero exige liberación.

Yo definitivamente, estaba loca. Es decir, no conocía al hombre pero todo en él me excitaba a niveles que no pude entender. Desde su rostro con facciones marcadas, labios gruesos, esos ojos, la corbata, sus manos con las venas marcadas... Ni siquiera había pasado una hora desde nuestra interacción. Es más, ni siquiera había pasado media hora. Era un completo extraño y estaba a punto de tener un segundo orgasmo frente a él.

Lo ví dar otro paso, lo escuché pedirle a su perro que se sentara, el cual obedeció de inmediato. Volvió a caminar en mi dirección.

Su cuerpo se detuvo frente al mío, mis manos ahora estaban aferradas al marco de la puerta. Lo observé muy confundida. Solté otro gemido bajito, no me reconocí. ¿Acabo de convertirme en una zorra? O ¿ya era una zorra y no lo sabía?

—¿Me permites?—preguntó de forma caballerosa, yo solo asentí sin entender lo que haría. El hombre frente a mí, me agarró de la cintura y me pegó a él. Sus manos acariciaron desde mi espalda a mi cintura y se acercó a mi oído —. ¿Me permites besarte?

Esto parecía irreal; un sueño. Me lamí los labios, sus ojos oliva me escanearon y acercó su rostro al mío.  Llevé mi manos a sus hombros y con algo de torpeza caminamos hacia atrás. Cerró la puerta detrás de él, dejando al pobre perro fuera.

Sus labios buscaron los míos con algo de desesperación. Y cuando nos besamos imaginé fuegos artificiales y cosas explotando. Intenté llevar el ritmo del beso, mientras me recostaba en el sofá. Se incorporó para quitarse los primeros botones de su camisa y se deshizo de la corbata.

—Me gustan tus labios—me dijo mirándome a los ojos. Yo estaba embobada, confundida y excitada.

—Y a mi los tuyos—le confesé.

—¿Puedo?—preguntó haciendo referencia a mis pechos. Quería tocarlos y yo quería que lo hiciera.

Yo no sabía qué me ocurría. Asentí dispuesta a dejar que hiciera conmigo lo que él quisiera.

Una de sus manos se metió dentro del vestido mientras acariciaba lentamente mi muslo, cintura y abdomen. Su mano siguió subiendo y se encontró con mi pecho. Entonces, lo apretó con deseo, sus labios con sabor a café hicieron su camino por mi mentón hasta llegar a mi cuello. Mi centro se apretó, sentí cosquillas por todas partes.

Él no se detuvo, sus manos expusieron mis pechos y me observó. Ambos estábamos calientes, sentí su dureza y mis ojos estaban entrecerrados. El hombre frente a mi parecía ansioso por algo, entonces entendí que me estaba pidiendo permiso para lamer mis pezones.

Asentí.

Entonces, se inclinó de golpe para chupar y morder levemente. Mis ojos se voltearon al sentir su lengua, mis manos lo despeinaron, las suyas me sujetaban de la cintura y se movía sobre mí simulando que estábamos teniendo sexo.

Esto era magnífico.

Volví a tener un segundo orgasmo.

Volví a tener un segundo orgasmo

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Chica Peculiar (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora