Padre nuestro que estás en los cielos, ¿qué rayos había sido eso? ¿Por qué permití que me tocara? Estaba muy nerviosa por esta noche. ¿De verdad eso había dejado mis labios? ¿Yo de verdad lo había invitado a mi casa esta noche? ¿Pero qué clase de zorra soy?
La voz de mi hermano se escuchó detrás de la puerta y no sé por qué pero entré en pánico.
—¿Hola?
Observo a David con horror sintiendo como si me hubieran pillado. El sexy hombre frente a mí, me toca el mentón ligeramente.
—No te angusties, yo lo resuelvo.
Y fue a abrirle a mi hermano.
—Se trabó la puerta—explicó el muy mentiroso. Mi hermano entrecerró los ojos mirándonos a ambos pero no dijo nada. Entró nuevamente con un montón de papeles en las manos. Le extendió uno a David, quien lo ojeó rápidamente.
—Tengo que corregir todo esto—se quejó dejándose caer en el escritorio—. ¿Qué tienes?—me preguntó al verme de pie cerca de los ventanales. Yo parecía una estatua, plantada allí sin mover ni un solo músculo. David se llevó el dedo pulgar a los labios y los acarició todavía mirándome con ese brillo perverso en los ojos.
¿Seguía excitado?
—Nada, solo que debo irme—respondí de forma automática.
—Es una pena, me habría gustado conocerla más, señorita—murmuró David fingiendo desilución y avanzando hasta su maletin—. Espero poder verla más seguido, me ha agradado conversar con usted—me dijo insinuante. Sin embargo, ante los ojos de mi hermano solo parecía educado y caballeroso. No parecía el desvergonzado que me había metido los dedos hace unos segundos. Se giró a mi hermano—. Gracias por la orientación.
Mi hermano solo asintió sin voltear a verlo. David me lanzó una última mirada antes de irse por la puerta. Solté una larga exhalación.
—Es él, ¿no es así?—preguntó Samuel. Odiaba que fuera intuitivo.
—No—parecía ser el único monosílabo en mi vocabulario.
—Vi la forma en la que te mira, Fátima—me dijo rodando los ojos—. Es tu vecino, ¿verdad? Quien entró a tu casa a besarte como si no hubiera un mañana y, con quien hiciste sabrá Dios qué, mientras no estuve.
Me cubrí el rostro. Mi hermano no necesitó más de tres horas para descubrirlo todo. Cuando salí de la escuela para regresar a casa, mi madre llamó.
—Fátima, pon todos los artefactos eléctricos a cargar. Anunciaron una tormenta esta noche y puede que se vaya la luz para tu zona—me dijo con un tono preocupado—. Tu tía Blanca va a ir a recoger los laboratorios que me hice, sé cortés con ella y no la corras de tu casa cuando te hable de la palabra de Dios. Recuerda que él nos ve y a la hora del juicio final, solo los buenos van al cielo.
El día que mamá enfermo de pulmonía yo la había cuidado y esos papeles estaban en mi casa, en alguna parte de mi desorganizado armario.
—Sí, mamá.
—Margarita me ha dejado un mensaje en el buzón de voz. Sonaba preocupada por ti—dijo Gracie, mi hermosa madre, quien tiene amistades cuestionables. Yo no sería amiga de doña Margarita ni aunque me pagaran.
—¿Se puede saber qué te dijo?
Observé la carretera, el cielo ya estaba gris y parecía que caería un diluvio. Tenía que apresurarme y llegar a casa.
—Me dijo que casi no sales de tu apartamento y que siempre escucha el ladrido como de cincuenta perros. ¿Cuántos perros cuidas?
Me llevé una mano a la frente. Doña Margarita es una chismosa.
—Solo son tres perros, madre.
Ella hizo un silencio. Nunca me gustaban esos silencios, porque son los silencios juzgadores.
—Fátima, tienes que ejercer tu profesión—dijo por fin. Y vamos con lo mismo.
—Ya estoy cerca de casa, hablaremos pronto—le dije algo molesta. No me gustaba tocar ese tema.
En cuanto llegué a mi casa puse todos mis artefactos a cargar. Y... ¿por qué no poner mis siete vibradores a cargar? Nunca se sabe si la electricidad se irá y tardará en llegar.
Pero claro, ¿por qué se me olvida que soy Fátima? La chica con peor suerte en el mundo.
ESTÁS LEYENDO
Chica Peculiar (+21)
RomanceFátima es una chica peculiar. Además, de que tiene muy mala suerte para mantener un trabajo. Sus ambisiones se resumen en, vivir la vida al máximo, equilibrar sus chakras cada viernes y mantener su nuevo trabajo. Pero las cosas cambian cuando algui...