12: Apariencias

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—Yo también quiero conocerte, David.

—Soy David Moncada, tengo treinta años, soltero, tengo un perro de servicio , una hermana, dos sobrinas, y trabajo en la escuela como profesor de ciencias.

Su mano se extiende en mi dirección y la aprieto sonriendo. Se me hace demasiado extraño que alguien tan apuesto como él no tenga a nadie. 

—Es un placer conocerte, David —respondo con la voz ahogada —. Soy Fátima Espada, veintiséis, tengo un hermano, un mejor amigo y una madre que vale por dos, trabajo cuidando perritos, no tengo otro trabajo y como podrás ver, tengo la peor suerte en el universo.

Suelta una risita divertida y se sienta a mi lado en el sofá. Quien diría que iniciaríamos con las introducciones después de  todo lo que hicimos. Levanto mis piernas para cruzarlas.  Apoya un codo en el espaldar del sofá y me mira.

—Es interesante tu trabajo, ¿organizas tus horarios?

—Sí, es la libertad lo que me agrada.

—Entiendo, me parece increíble poder tener ese tipo de poder, yo tengo que acatarme a los horarios de la escuela.

Muevo el rostro para mirar otro lado. 

—¿Te gusta la ciencia? —pregunto jugando con el borde de mi camisa. 

—Si no me gustara, no impartiría clases de esa materia.

—Debes ser bueno en lo que haces entonces, —murmuro.

—Deberías pasarte algún día a verme —me guiña un ojo. No puedo evitar fijarme en el audífono en su oído. Parece darse cuenta de eso y ladea el rostro señalando su audífono —. Lo tengo desde los diecisiete.

—No quise ser descortés —me disculpo pero hace un gesto con la mano restándole importancia.

—El doctor descubrió un neuroma acústico. Tumor que se forma en el conducto auditivo interno lo que provocó una disminución en mi audición. Por esa razón, llevo esto todo el tiempo.

—¿Lo sonidos fuertes te molestan? —pregunto con curiosidad.

—Sí, tengo que avisar todo el tiempo que tengo esta condición. De joven interactuaba en lugares con mucho ruido y terminaba irritado con un dolor de cabeza insoportable. Pero yo me lo buscaba. Es algo molesto, si te soy sincero, pero ya me he acostumbrado.

—Lamento lo del neuroma.

—Ya lo extirparon y al ser un tumor benigno, no se esparce por el cuerpo. Ya estoy libre de peligro.

—Es una buena noticia entonces, —suelto algo aliviada.

—Tu decoración es interesante —comenta escaneando mi apartamento. Detalles entre amarillo, azul cielo y rosa decoran mi hogar —. Por lo que veo puedo decir que te gustan los animales, haces yoga, lees y amas la música. Aunque todavía no entiendo ese pequeño altar con velas y la imagen de un gato negro —señala cerca de la ventana donde tengo el altar para el gato que asesiné.

Obvio que la imagen es de un gato aleatorio sacada de internet y es cierto, parece extraño.

—Es una historia algo triste.

 Entonces, le explico mi trágico suceso y suelta una risita absurda porque le digo que desde ese momento tengo mala suerte.

—Un baño de sal marina puede que ayude —me cubro el rostro y comienzo a reírme con ganas —. ¿Dije algo malo?

Niego todavía riéndome y miro el suelo.

—Ay, David —suelto un suspiro señalando el suelo. Hace un gesto de confusión siguiendo mi dedo, todavía hay partes húmedas en el suelo. 

Abre la boca incrédulo.

—No me digas que la inundación de hoy se debía a... —deja la palabra en el aire.

—Sí, me estaba dando un baño de sal, aunque no era esa sal marina, sino la que compras en el supermercado y, me quedé dormida.

También se ríe de mi trágica vida.

—Debe ser toda una aventura pasar el día entero contigo —me sonríe divertido.

—Ya mi amigo no sale conmigo, dice que soy muy rara y me pasan cosas que no son normales —niego también divertida —. Me quiere, pero lo más lejos posible.

—Yo me sentiría afortunado de estar a tu lado —dice en voz baja. Mi risa se detiene y volteo a verlo. ¿Cómo dice cosas así y pretende que yo no reaccione?

 Me pongo de pie para ofrecerle algo de tomar y me acepta un poco de agua. Intento respirar profundo en la cocina antes de regresar y entregarle el vaso. 

—Disculpame que lo pregunte de repente—dice de pronto lamiendo sus labios—. ¿Realmente estás soltera?

—¿Es raro que lo esté?

—No diría raro—me explica haciendo una mueca con el labio—. Es que, para mí eres tan preciosa que no puedo entender cómo no tienes a alguien.

—Soy un desastre. A esta edad no tengo un trabajo estable, no soy la típica chica que actúa acorde a su edad y...tal vez nadie quiere a alguien que se ve como yo.

Nos quedamos en silencio. Él todavia niega con incredulidad.

—¿Y tú?—pregunto—. Eres muy apuesto, ¿cómo es que estas soltero?

—Sencillo, nadie quiere estar con un sordo—murmura con molestia. Levanto ambas cejas y por instinto, agarro su mano. 

—Me parece ridículo—le confieso—. La gente que se rige por las apariencias no merece simpatía, atención o que gastes tu energía pensando en su percepción sobre ti. Es decir, sigues siendo tú y porque tengas una condición no vas a dejar de ser humano. Lo único que resta por hacer es rodearte de personas que no les importe ese detalle. 

—Hay muchas mujeres que al notar que tengo el audífono, simplemente, dejan de llamar y se alejan como si mi condición fuera algo desagradable—vuelve a decir con molestia, paso mis dedos por sus nudillos. No pasa por alto mi toque, sus ojos se enfocan en nuestras manos. 

—Ellas se lo pierden, yo creo que eres un caballero, respetuoso, algo atrevido—ambos reimos—. Y me encanta cómo eres, David. 

Sus ojos permanecen fijos en los míos. Sus dedos se mueven para sujetar mi mano y esta vez, él es quien me acaricia los nudillos. 

—Déjame hacerte el amor, Fátima—dice de pronto. Su rostro se comienza a acercar y suelto un suspiro bajito.  

  

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Chica Peculiar (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora