25: En el infierno

149 15 19
                                    

Mantengo la mirada fija en el paisaje hasta que un carraspeo me obliga a girar el rostro. Josué, con esa cara de que no rompe ni un plato.

—Tu profe es gracioso—comenta deteniéndose a mi lado y dándome un empujoncito—. Mira, estas cosas nunca te las digo porque normalmente te metes en problemas o eres un dolor en el culo, pero yo...creo que me siento orgulloso de lo que has logrado—mis ojos se cristalizan—. Pasaste de recoger caca de perro a coger con el desconocido que vive en frente y a promocionar dildos de todos los tamaños en una compañía con un nombre raro.

Finge que se le cae una lágrima y la limpia de forma dramática. Entrecierro los ojos lanzándole una mala mirada.

—Lo que quiero decir es que has logrado más de lo que yo esperé...—parece incomodarse y se estremece con una mueca de asco—, ya basta de ser tan baboso, choca esos cinco—levanta la mano y choco mi palma con la de él.

—Gracias—le doy un sorbo al agua que he servido delicadamente en una copa—. Y no promociono dildos, promociono juguetes sexuales. Hay más que solo vibradores y penes de plástico, Josué, edúcate un poco.

Me sonríe y ambos miramos en dirección a la mesa en donde David charla animadamente con algunos amigos de mi hermano. Mi hermano también dice algunas cosas y ambos se ríen de algún chiste interno.

—Lo haré cuando le digas a la familia cómo fue que lo conociste—le doy un golpe en el hombro.

—Cállate.

—Le pediste a diosito que no te dejara correrte, Fátima, eso se tiene que convertir en libro.

—No vas a decirlo por ahí—lo señalo amenazante—. David y yo llegamos a un acuerdo. El secreto morirá con nosotros.

Le doy un sorbito a mi copa como la dama que soy.

—Así fue como conociste a mi yerno—escupo todo en cuanto escucho la voz de mi mamá. De mi madre religiosa. Josué se limpia mirándome con cara de asco.

—No me hagas caso madre, estoy muy ebria.

Mi madre, en vez de escucharme, se persigna y parece rezar el avemaría. Mi amigo se acerca a mi oído.

— Nos vemos en el infierno.

(...)

Cuando regresamos a mi apartamento, David esta más cariñoso de lo habitual. Doy varios pasos hasta mi apartamento, pero me jala en su dirección para estrellar sus labios con los míos. Me permito perderme en el beso por unos segundos.

—Ve a casa, se te hace tarde—susurro sobre sus labios.

—Tengo unas ganas de quedarme contigo—levanto una ceja, ambos avanzamos hasta mi puerta y la abro.

—Vale, pero tengo que terminar una cosa antes de dormir, mañana tengo que presentar un proyecto.

—De acuerdo cariño, te preparo un baño de jazmín y te pones en ello. Yo también debo corregir unos exámenes.

Ambos nos damos ese baño y cuando estamos vestidos, tomo asiento en el escritorio que compré hace poco y me pongo a trabajar. Anoto algunas cosas y tecleo otras en la computadora. David se ha quedado en la habitación. No sé cuánto tiempo llevo concentrada en el proyecto hasta que las manos de David se posan sobre mis hombros y me masajea.

Suelto unos jadeos.

—Mmmm.

—¿Te gusta?

—Sí—digo, pero sus manos con las venas tan marcadas comienzan a bajar lentamente hasta meterse dentro de mi camisa. Masajea mis pechos, mis piernas se cierran.

Joder.

—Tú sigue en lo tuyo—susurra cerca de mi rostro y deja una leve caricia con sus labios sobre mi mentón—. Yo voy a ayudarte en lo que necesites.

Me muerdo los labios y continuo con mi trabajo, aunque ahora estoy desconcentrada. La punta de sus dedos se concentra en mis pezones y suelto un gemido bajito.

—No te detengas—me pide mordisqueando mi cuello—. Esto es algo que quiero hacer.

Asiento intentando concentrarme, pero tener semejante hombre detrás de mí me lo pone difícil. Camina hasta estar a mi lado y se arrodilla para meterse debajo de la mesa. Parpadeo sorprendida por esto, pero no me inmuto cuando sus manos ágiles buscan mi pantalón y lo desliza por mis piernas hasta deshacerse de él. Me empuja hacia atrás de manera que se puede incorporar sin que su cabeza choque con la mesa. Apoyo ambas manos de los antebrazos y me abre las piernas. Coloca mis piernas en sus hombros y mueve mi ropa interior hacia un lado.

Estoy en el puto cielo. 

La madre de Fatima: 

La madre de Fatima: 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Chica Peculiar (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora