La cafetería está abarrotada de gente la mañana del miércoles. Hoy Josué tiene libre y yo, no tengo que cuidar perritos. Sinceramente me esta hartando el hecho de que cada día mis ingresos están bajando y casi no me alcanza para la renta. Tengo que buscar algo más o voy a terminar en la calle, o peor, en casa de mi madre.
—Estás extrañamente silenciosa hoy, Fátima—menciona Josué apoyando el rostro en su mano—. Eres de las que habla hasta por los codos y además no has tocado tu café.
Me recuesto hacia atrás y levanto el rostro.
—¿Nunca te han hecho tanto daño que temes volver a pasar por eso a pesar de que la persona con la que intentas algo es buena y vale la pena?
Se inclina frente a mí. Interesado en el tema.
—¿De quién estamos hablando?—pregunta haciendo una mueca—. ¿Hablas del dueño de la corbata que encontré hace cuatro semanas en tu sofá?
Suelto un suspiro pensando en David Moncada. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que hablamos. Mis miedo eran reales y estos mismos miedos eran lo que me había llevado a estropear cada relación estable que intenté tener después de... ese hombre.
—Ese no es el punto, Josué.
—Vale—hace un silencio—. La verdad es que sí pero tienes que aprender a separar ambas cosas, no porque alguien te haya roto el corazón significa que te va a pasar lo mismo. No todos los hombres son iguales.
—Puede que tengas razón.
—Fátima—su mano alcanza la mía y pasa sus dedos por mis nudillos. Mantengo la mirada fija en el ventanal—. ¿Eso es lo que te ha detenido de tener una pareja? ¿Tu miedo a que te lastimen?
Aprieto mis labios y se me cristalizan los ojos.
—Sí.
—Oh—hace un silencio. Esto es algo que nunca le he dicho a nadie.
Una mala experiencia a veces puede lastimar tanto a una persona que todo lo bonito que llega a su vida, lo estropea. El miedo nos puede hacer perder algo tan valioso.
A alguien tan valioso como lo era David.
—Nunca me has dicho eso—murmura perdido en sus pensamiento—. Siento mucho no haberme percatado.
—No es tu culpa.
—Es que soy hombre—se excusa—. A veces me tienen que hacer un mapa para entender algo—sacude el rostro.
—De todos modos, ya es tarde—le digo poniéndome de pie—. Tengo que irme.
Se pone de pie e intenta decir algo, pero salgo casi corriendo del lugar.
(...)
—No veo ningún inconveniente a que comience el próximo lunes—abro la boca con asombro. ¿Qué? ¿Me iban a dar el trabajo tan rápido? La chica frente a mí, la de recursos humanos, se pone de pie y extiende su mano en mi dirección—. Bienvenida a Lujuria Corp.
Mi cuerpo se tensa pero extiendo la mano en su dirección. Le doy una rápida ojeada a su oficina y mis mejillas enrojecen.
Salgo del lugar con la boca abierta.
Trabajaría en una empresa de juguetes sexuales. ¿Por qué permití que mi amigo llevara mi hoja de vida por ahí? Ayer cuando recibí la llamada de la empresa creí que era broma y accedí a venir, pero al verla darme el trabajo quedé asombrada y casi sin poder hablar.
Mi trabajo sería sencillo, organizaría las promociones, eventos y ventas por catálogos. No era difícil pero estaba algo asustada porque es mi primer trabajo serio.
Esperaba no arruinarlo.
De regreso a mi casa, camino desde el estacionamiento hasta la entrada del edificio pero de repente, una bola de pelos corre en mi dirección y caigo hacia atrás con él lamiendo mi rostro. Al instante me doy cuenta que es Zeus y el corazón se me encoge. Para no conocerme demasiado se ha emocionado demasiado al verme.
—Hola, pequeño, ¿cómo estás?—me arrodillo frente a él para dejar varios besos en su carita. Es extraño que no esté con la correa.
Busco con la mirada detrás de él, y veo a David frente a mí. Totalmente paralizado al verme y frunciendo el ceño al notar el comportamiento de su mascota.
—Zeus—intenta llamarlo pero su mascota se concentra en lamer todo mi rostro. David comienza a caminar en mi dirección y me pongo de pie—. Zeus—demanda con dureza en el tono de voz.
Su perro por fin lo escucha y se sienta a un lado de él aún moviendo la colita y mirándome feliz.
—Hola—lo saludo con algo de incomodidad.
—Hola—dice con algo de frialdad y siento un pinchazo en el estómago. Pasamos de extraños a amantes y luego a extraños que se acostaron. Esto era incómodo.
—¿Cómo estás?—pregunto jugando con mis manos.
Su rostro no refleja ninguna expresión.
—Vivo—responde. ¿Está siendo sarcástico? ¿Dónde esta el caballero divertido y relajado? Supongo que yo me había buscado esto.
—Que bien—susurro y bajo la mirada—. Yo...
—¿Tú, qué?—suelta con brusquedad y me tenso. Sus ojos verdes se ven más oscuros y su ceño está demasiado fruncido. Es obvio que me odia.
—Lamento mucho—me interrumpo mirando hacia otro lado—. Lamento lo que pasó, no quise...
Da un paso en mi dirección y se inclina para estar a mi altura.
—¿Que es lo que lamentas, Fátima?
—Lamento, lo que te dije—parpadeo intentando buscar las palabras adecuadas—. Yo...
—Para que conste—dice de pronto—. Una rompecorazones no pierde el tiempo disculpándose.
Dicho eso, se gira para entrar al edificio. Tenso mis manos en puños.
¿Soy una rompecorazones para él?
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Chica Peculiar (+21)
RomansaFátima es una chica peculiar. Además, de que tiene muy mala suerte para mantener un trabajo. Sus ambisiones se resumen en, vivir la vida al máximo, equilibrar sus chakras cada viernes y mantener su nuevo trabajo. Pero las cosas cambian cuando algui...