taste | 08

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Colisión.

Jisung no lo admitiría.

Jamás.

Sin embargo, una –gigantesca– parte de sí estaba impaciente por recibir un llamado. Se negaba a entregarse a la desesperación y ser el primero en solicitar un encuentro. Era quien se suponía había sido manipulado para aceptar ese trato, ¡No podía ser el primero!

Nunca había tenido nada así como una amiga cuyo propósito fuera exclusivamente el de tener sexo, por lo que se le hacía impropio y hasta indecoroso el contactarla solo con ese fin, a pesar de que hubiera sido ella quien insistiera por el acuerdo.

No lo admitiría, pero varias veces se vio contemplando el contacto que ahora llevaba el título de Sihyeon-sshi, tanteando con la posibilidad de marcarlo. Varias veces redactó mensajes similares a «te necesito» –con intención de ser directo– o «¿Estás ocupada?» –con intención de no importunar– que rápidamente borró, sintiéndose avergonzado y ridículo.

Y por supuesto que no lo admitiría, pero casi brincó en su sitio cuando, una tarde en la que solo estaba leyendo por tercera vez un libro que ni siquiera le había gustado tanto, le llegó un mensaje de ese contacto. Ciertamente degradante el que tan solo le enviara una dirección, pero tampoco le daría muchas vueltas al asunto. Si había sido capaz de brindarle de lejos la mejor mamada en su corta vida –su teoría era que se trataba del poco pudor de la muchacha, pues antes solo había estado con dulces y tímidas jóvenes–, no dudaba con que estuviera a punto de hacerlo alucinar.

Responder el mensaje fue otro martirio, por cierto, porque no consideraba que fuera muy educado que digamos el simplemente dejarla en visto, pero tampoco tenía idea alguna de qué decirle a una simple dirección. Mandó un «voy saliendo» que detestó en cuanto comenzó a parecerle que sonaba muy desesperado, mas antes de que la cabeza le explotara se cambió a una ropa más decente y tomó sus llaves. Salió incluso sin avisarle a sus padres, a quienes les inventaría cualquier excusa después.

Condujo hasta llegar a un complejo departamental un poco alejado de donde vive todo mundo, de aspecto un tanto lujoso y rozando lo exclusivo. No era tan grande, por lo que al dar media vuelta a la manzana se consiguió con Sihyeon frente a la puerta de uno de los edificios, distraída con algo en su teléfono. Se aclaró la garganta antes de detenerse frente a ella, se peinó con ayuda del espejo retrovisor y confirmó tener buen aliento, entonces bajó la ventanilla.

Ella alzó la mirada, alertada por el sutil rugido del motor, y se acercó al asiento del copiloto; Jisung quitó los seguros para que pudiera montarse. No mediaron más palabras de las necesarias mientras la chica le indicaba dónde podía estacionarse, luego se bajaron y caminaron en silencio hasta entrar en el edificio donde anteriormente estaba.

—Por si te lo estás preguntando, este es el departamento de mi abuela. Está en Japón de luna de miel con quien insisto es un jodido sugar-baby y me dejó a cargo de esto para que no mueran sus bonzais —informó una vez estuvieron dentro del elevador, disipando un poco de la tensión y respondiendo una pregunta que Jisung no se había percatado de que en realidad se estaba haciendo. Es decir, no tenía ni idea de a dónde lo estaba llevando.

Con una diminuta sonrisa todavía falta de confianza, le dijo:— ¿Cómo estás segura de que es un sugar-baby?

—Mi abuela tiene setenta años y muchísimo dinero, ese idiota tiene edad como para querer estar en tu lugar ahora y demostrarlo cuando le da la gana. Lloriquea cuando no le compran lo que quiere y, bueno, siempre le compran lo que quiere —se encogió de hombros, como restándole importancia—. Doyoung está convencido de que intentará matarla pronto, las apuestas están abiertas para quien quiera adivinar cuándo.

Taste | Han JisungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora