taste | 24

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Trabajo en equipo.

El siguiente par de semanas fue un poco más de lo mismo, fungiendo una nueva especie de rutina entre ambos. Se veían diariamente en el colegio aunque la mayoría del tiempo tuvieran que procurar el mantenerse alejados para que Hyunjin no levantara sospecha alguna; fingían una apenas superficial amistad cuando estaban en público –como en las clases que compartían o en el almuerzo, donde igualmente comían en sus usuales mesas como si nada–, sin embargo bastaba un corto mensaje pautando un lugar lo suficientemente privado, o siquiera una mirada más larga de lo normal, para que se encontraran y follaran como si no hubiera un mañana.

Ya fuera en el siempre desolado cuarto del conserje, los vestidores de la piscina y/o el gimnasio, el aula de música, o, por algunas tardes y en los fines de semana, el baño de Felix –porque aunque Hyunjin y el mismo siguieran en una especie de ley del hielo, no habían dejado de visitar su casa en un intento de que esos dos arreglaran las cosas–, prácticamente no había día en el que no sintieran la inexplicable necesidad de encerrarse a la primera oportunidad.

Y por supuesto, cuando caía la noche, eran muchas las veces en las que Sihyeon le hacía una visita clandestina a la casa de Jisung en la que les bastaba la compañía del otro. No negarían que a veces terminaban teniendo sexo en el mínimo volumen sobre el sofá de la sala –cosa que llenaba de remordimiento a Jisung cuando veía a sus padres tomar asiento en las mañanas–, pero por lo general se trataba de verse sin más, de compartir unos minutos a solas bajo las brillantes estrellas.

Jisung no tenía ni idea de por qué Sihyeon decidía acudir a él cuando necesitaba compañía, pues bien podría estar junto a su mejor amigo o el mismo Felix, mas lo agradecía. Joder, si no lo agradecía. Sabía muy bien que los sentimientos que lentos pero seguros comenzaban a formarse eran la cosa más peligrosa del mundo, sin embargo estaba tan a gusto que no se le ocurriría jamás detenerlos.

Si el precio por disfrutar de su cuerpo y su mera presencia ahora era un corazón o huesos rotos a futuro, lo pagaría diez veces.

Y es que honestamente Jisung confiaba en que esa rutina sería suficiente para apaciguar aquel deseo por estar junto a ella. Era agradable, discreta, y conseguía relativamente todo lo que necesitaba de la chica. O, por lo menos, todo lo que su subconsciente le decía que podía conseguir bajo las circunstancias, pero le parecía lo mismo. Honestamente, sinceramente, Jisung creyó ser feliz esas últimas semanas, y pensó que podría seguir de la misma manera por toda la vida.

En verdad se quiso sacar los ojos cuando se dio cuenta de que no, no era suficiente.

Ese lunes, con Taeil anunciando casi al final de la clase que comenzarían parte de la segunda evaluación, aquel odioso trabajo en tríos, supo que jamás le sería suficiente el mantenerse bajo las sombras con la incertidumbre de qué era lo que él significaba para ella.

Entendía que no tenía ningún derecho por el cual debiera sentir tanta rabia ante el inocente paquete de palitos de pizza que Soobin le había entregado a Sihyeon apenas acomodaron sus tres mesas juntas, aparentemente revelando que había estado siendo su admirador secreto desde el inicio de clases sin que él supiera nada en lo absoluto, pero no pudo evitar botar llamas por los ojos durante toda la clase en lugar de concentrarse en lo que se suponía.

Porque finalmente comprendió lo realmente cotizada que era la chica, y comprendió que al final y a pesar de todo, él sería un grano de arroz más si seguía sin hacer nada para marcar la diferencia. Y aunque quizá lo debió haber tomado como una señal para retroceder mientras todavía mantenía su corazón casi intacto, un destello de su naturaleza competitiva le dijo que más bien tenía que poner mayor empeño al juego si es que en verdad quería ganar el premio mayor; si es que en verdad quería conquistarla.

Taste | Han JisungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora