°Capitulo 13°

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Tal vez a muchas personas les encanta caminar bajo la lluvia, pero Aether no era una de ellas. No es que no le gustara la lluvia; de hecho, la amaba. Pero caminar bajo esas gotas frías, empapándose poco a poco, no le hacía ninguna gracia. Para él, no había nada mejor que estar dentro de su casa, con una taza de café caliente y un buen libro, mientras el sonido de la lluvia creaba el sonido perfecto para relajarse.

Sin embargo, esa tarde no tenía esa opción. Se dirigía a la casa de Xiao. Necesitaba hablar con él, aclarar las cosas… y tomarse un tiempo. Las palabras de Lumine no dejaban de retumbar en su cabeza, como un eco insistente que no podía ignorar. Cuanto más pensaba en ellas, más sentido parecían tener. Y eso lo aterraba.

Necesitaba espacio. Un respiro para organizar sus pensamientos. Pero, al mismo tiempo, el miedo lo paralizaba. ¿Cómo reaccionaría Xiao a lo que iba a decirle?

Aether conocía bien a Xiao. Sabía que podía ser manipulador y posesivo, incluso tóxico en ocasiones. Pero… cualquiera puede actuar así bajo ciertas circunstancias, ¿verdad? Era lo que él se repetía constantemente, tratando de justificar comportamientos que, en el fondo, sabía que no eran normales.

Sus pensamientos comenzaron a abrumarlo. La confusión, el miedo y la culpa se enredaban en su mente como una maraña imposible de desenredar. No quería pensar de esa manera, especialmente no sobre la persona que más amaba en el mundo.

Mientras caminaba, algo en el ambiente lo puso inquieto. Era como si una sombra se moviera tras él. Sentía una mirada fija en su espalda. Aguzó el oído y, entre el sonido de sus pasos sobre los charcos y el sonido de la lluvia, creyó escuchar otros pasos siguiéndolo a corta distancia.

Sacudió la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos. —Es solo tu imaginación Aether, te estás poniendo paranoico—Tal vez era el estrés, o su mente jugándole una mala pasada. En ese momento, pero estaba dispuesto a volverse monje y rezar para que todo fuera producto de su imaginación.

Pero la sensación no desaparecía.

Y entonces ocurrió.

Sintió un trapo húmedo presionándose contra su boca. Un olor químico y penetrante llenó su nariz, haciéndolo toser y revolverse. Intentó forcejear, patalear, empujar al atacante con todas sus fuerzas, pero no sirvió de nada. Era como si quien lo sujetaba fuera un muro de piedra, jodidamente inmóvil.

Su visión comenzó a nublarse. El pánico lo invadió mientras sus extremidades empezaban a ceder. Temblaba, luchaba, pero era inútil.

Antes de perder el conocimiento, escuchó una voz suave y burlona susurrarle al oído:
—Dulces sueños… pequeño príncipe~.

Y luego todo se apagó.

°He can't escape°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora