°He can't escape°

°Capitulo 4°

Llorar. Eso era lo único que sabía hacer desde que se enteró de que su mejor amigo había sido brutalmente asesinado. Sentía como si su mundo se hubiera derrumbado por completo. Cada lágrima era un recordatorio de la impotencia que sentía, de la culpa que lo atormentaba al pensar que no había estado allí para ayudarlo.. Tal vez, si se hubiera quedó un poco más con él, eso no habría pasado, Venti estaría vivo, él no estaría llorando y ahora estarían riendo y charlando animadamente en clases. Cómo siempre había sido.

Había pasado una semana desde aquella tragedia, pero el dolor seguía tan fresco como el primer día. Durante ese tiempo, no había ido a la escuela ni había salido de su habitación. Solo imaginar el asiento vacío de su amigo lo paralizaba; sabía que si lo veía, rompería en llanto frente a todos.

Su hermana, preocupada, lo observaba desde la puerta entreabierta. Le destrozaba el alma verlo así: su hermano menor, antes tan alegre, ahora no comía, no hablaba y apenas se movía. Pasaba los días llorando, perdido en un ciclo interminable de dolor. Lumine intentó todo para consolarlo, pero cada palabra, cada gesto, parecía inútil frente a la inmensidad de su tristeza, pero no se daría por vencida, haría lo que fuera para devolverle la sonrisa a su querido hermano.

Mientras tanto, su pareja lidiaba con sentimientos encontrados: tristeza, preocupación... y un creciente enojo. Saber que no había ido a la escuela en toda la semana, que había pasado cada día llorando por su amigo muerto, lo frustraba.
-¿Tanto le afectó esa muerte? -se preguntaba, apretando los puños. No podía entender por qué el recuerdo de alguien más lo alejaba de él, lo hacía inaccesible. Extrañaba a su rubio, estar con él, abrazarlo y no dejarlo ir.

Pero esa furia no era solo por los sentimientos de Aether. Había algo más oscuro detrás de su mirada, un pensamiento que lo consumía.
-No puedo seguir perdiendo el tiempo con esto... -murmuró, su voz fría.

Se levantó de su asiento con un propósito claro. No tenía tiempo para compadecerse ni para ceder ante la inseguridad.