N. 5 Minutos en el cielo.

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Sergio.

El agua de la regadera caía sobre mí, mis ojos estaban cerrados y mi boca estaba abierta disfrutando del roce del placer, soltaba leves caladas de aire por esta y arrugué mi rostro cuando acabé

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El agua de la regadera caía sobre mí, mis ojos estaban cerrados y mi boca estaba abierta disfrutando del roce del placer, soltaba leves caladas de aire por esta y arrugué mi rostro cuando acabé.

-Fuck...-solo pude pronunciar en una voz tan baja y tan ronca.

Pausé el teléfono que tenía en un pequeño estante en mi baño, protegiéndolo del agua, y después de las últimas respiraciones agitadas observé una vez más aquello que había visto.

Algo dentro de mí no se sentía en conford con lo que terminaba de ver, era como si dos personalidades dentro de mi discutieran por "lo correcto", y por "lo curioso". Mi explorador cada vez se volvía más bizarro, y aunque me invadía el sentimiento de culpabilidad volvía a recordar lo que Piero me dijo basado en los datos científicos, trataba de convencerme de que solo era mi placer reflejado en ellos.

Desayunaba cereal con lo último que quedaba de leche, mientras veía el noticiero del clima en una pequeña pantalla plana que había en la sala cerca de la cocina, la casa de Arthur -mi padre-, era muy pequeña, vivíamos en un piso que contaba con lo necesario, dos cuartos, un baño, una cocina, una sala que era parte del comedor, y nada más.

Arthur le dió leves golpes a su tostadora ya que de vez en cuando no calentaba sus tostadas como quería.

-¡Lo que faltaba, se dañó completamente! -dijo Arthur con su tono amargo característico. Tomó de mala gana su plato con tostadas frías y se dirigió a la mesa para untarle mantequilla de maní.

-¿Deberías comer tanto dulce? -le pregunté con cautela ya que cuando estaba de malas prefería callar porque pagaba luego la rabia conmigo.

-¿Y tú no deberías hacer silencio? -respondió cómo supuse y seguí comiendo-. ¿No te han llamado de la floristería de la esquina?

Negué-. Creo que debería meter mi currículum en otro lado, hace una semana y aún no me llaman.

No me sentí orgulloso de mentirle, pero no quería trabajar en una floristería. Aún así sabía dentro de mí que debía moverme con esa responsabilidad.

Hacía falta más dinero en mi hogar ya de por sí no me alcanzaba para suplir mis necesidades, y si quería independizarme cuánto antes, debía continuar con mis ahorros.

-¿No has tenido pruebas aún? -Lo último que le había dicho sobre ser representante lo dejó a la expectativa, insistía en ver reflejado en mi boletín las buenas calificaciones para tener una excusa y mandarme a un internado militar.

Negué y terminé de comer rápidamente para huir de ahí. Conociendo a mi padre estaba a nada de invadirme a preguntas
resaltando mis defectos, ayer me dijo que porqué no tenía novia, y cada día recalcaba algo que parecía molestarle.

Llegué al colegio y miré a Piero, de inmediato mi mañana se volvió mejor, el solo tener su presencia era tan grata para mi.

-¿De casualidad no quieres mi televisor viejo? -me preguntó mientras caminabamos a uno de los salones.

ENTRE TRES, ENTRE SÁBANAS. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora