N16. Agotados extasiados.

884 28 4
                                    

Piero.

Mi cuerpo estaba tumbado boca abajo sobre mi cama, había -después de mucho tiempo- logrado conciliar un sueño profundo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Mi cuerpo estaba tumbado boca abajo sobre mi cama, había -después de mucho tiempo- logrado conciliar un sueño profundo.

Un leve toque sobre mi hombro hizo que despertara, y pude sentir que era la mano de mi madre moviéndome.

Me observaba con algo de incertidumbre ya que no estaba acostumbrada a levantarme en las mañanas bajo ninguna circunstancia.

—¿Hijo, por qué no has despertado? —la otra mano ocupaba un café y su bata me daba a entender que ya era de día.

Observé mi reloj y sorpresivamente noté que no había puesto alarma. ¿O solo no la había oído?

Me senté sobre mi cama y un dolor muscular se hizo presente en mi cuerpo, iba a quejarme al tronar mi cuello pero recordé el porqué me dolía la espalda y las piernas, no queriendo levantar sospechas disimulé mis gestos.

—¡Oh, dejaste la puerta abierta! —mi madre se dirigió a mí azotea ya que la brisa hacía que mis cortinas se movieran lentamente.

Sergio debió dejarla abierta, eso explicaba el frío que hizo anoche.

No fue mucho, pero al cerrar completamente mi madre se dió un giro observandome con algo como de angustia.

—¿Por qué hay colillas de cigarro en tu balcón? —no quiso sonar molesta, pero algo preocupada se asomaba en su tonalidad.

Voy a matar a Sergio.

—Ah, seguro Sergio las dejo allí, recuerda que vino ayer —mi voz tranquila la hizo sentirse confiada y antes de retirarse me dió un pequeño consejo.

—Dile a Sergio que se aleje de ese hábito por favor —hizo un gesto de desagrado arrugando su nariz y sonreí con algo de gracia. Mi padre llamó afuera y finalmente salió por esa puerta.

Había recogido las velas y toda evidencia de lo que había pasado anoche, pero dejé las colillas.

Por alguna razón lógica que sabía, me sentí de mucho ánimo esa mañana.

Fui a tomar un baño con agua fría para espabilarme y así comenzar al 100.

Salí de ahí escogiendo un buen outfit, recientemente me había cortado el cabello y lo peine bien para presumir más.

Bajé tarareando una de las canciones que los chicos y yo solíamos cantar, tenía tanta vitalidad ese día.

Las hormonas después del sexo, eran reales.

Me senté en el comedor saludando a mis padres y comí animadamente, todo yo desprendía un aura alegre.

—¿Las llaves de la moto están en el escaparate de la entrada? —dije al cabo de un rato cuando estaba dispuesto a irme.

ENTRE TRES, ENTRE SÁBANAS. +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora