Capitulo 12

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Era un día ajetreado, las filas de muertos eran interminables como de costumbre, y todos trabajaban como siempre para mantener el orden dentro del inframundo, desde que el tratado de paz se había formado, todo se había vuelto más monótono, por no decir aburrido, para ellos, pero estaban bien con eso, si bien todos estarían felices de salir a hacer destrozos en la tierra como en el pasado, el tener una vida tranquila cuya única preocupación era el cumplir correctamente con sus obligaciones tampoco les parecía mal.

Tal era el caso del primer juez del inframundo, Minos de Griffon, que permanecía sentado dentro de la tercera prisión con su túnica de juez revisando los libros de los humanos a quienes había juzgado hace unos minutos atrás, en espera de las siguientes almas que Aiacos y Radamanthys le enviasen.

Cuando termino, cerro el libro y se reclino en su asiento dando un pesado suspiro en el proceso. Estaba cansado.

. — Señor Minos. - llamo de repente Lune al verle. — Debería ir descansar, ha estado trabajando sin parar desde anteayer. — menciono preocupado. — Puede dejarme el resto a mi si gusta.

. — No es necesario Lune, estoy bien. — dijo el platinado tomando otro libro, regresando a su labor.

. — ¿En serio señor?, ¿Seguro que no tiene cosas más importantes que hacer?

Ante su oración, Minos se detuvo de golpe, entendiendo sus palabras.

. — Tienes razón. - cedió al fin con una sonrisa sin ver la expresión triunfante de su mano derecha. — Creo que tomare un pequeño descanso. - dijo levantándose de su asiento caminando hacía la salida. — Te encargo el resto, Lune.

. — Cuente conmigo, señor. — respondió el peliblanco despidiéndole con una leve reverencia

De ese modo, Minos se retiró de la tercera prisión, caminando hacia su reciento, Ptolomea, que se encontraban en el Cocytus, impaciente por llegar lo más pronto posible a su hogar con su familia.

Familia...vaya, aun ahora, esa palabra sonaba tan irreal en sus labios, pero no lo era, tenía una familia, algo que nunca creyó posible, algo que ni siquiera creyó merecer y que su señor Hades aun así le otorgo.

Sin duda su vida había cambiado para mejor en esos últimos años, algo por lo que siempre estaría sumamente agradecido.

Luego de unos cuantos minutos finalmente llego a su templo y dando un par de golpes a la puerta, entro.

. — ¡Papi! — grito de repente un pequeño niño que corrió hacia él apenas verle.

Al igual que él, Minos sonrió feliz ante su tierna figura y tomándole en sus brazos, lo cargo.

. — ¡Hey! — saludo alegre en un fuerte abrazo que hizo reír a su pequeño de tan solo dos años. —¿Cómo estás mi pequeño huracán? ¿Te portaste bien?

. — Si, papi. — respondió simple, pero con una gran sonrisa para luego volver abrazarle. - Te extrañe.

. — Y yo a ti, Asti. — dijo apoyando su sien sobre la del menor en un gesto afectuoso que sin duda enternecería a cualquiera, en es especial al joven que miraba la escena con cariño apoyado y cruzado de brazos sobre el marco de la puerta que conducía a sus aposentos vestido con una túnica larga oscura semejante a la de su esposo que hacia resaltar aún más su figura.

Y notando su presencia, el juez le miro, dedicándole una ladina sonrisa, para luego marchar hacia donde éste se encontraba con su pequeño en brazos.

. — Eh vuelto, mi hermosa rosa. — saludo galante a su esposo, amante y padre de su hijo, Albafica, el antiguo caballero dorado de Athena.

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