Ya el bebé Tomás tenía casi dos meses de vida. Manu se encargaba de darle todo lo que necesitaba, volviéndose un padre muy presente a pesar de que estaba alejado de Fran.
Oye, hace rato no sé de ti, podemos juntarnos a conversar? Estoy hasta mañana en Santiago. -E
Wena, dale. Veámonos donde siempre. -M
En la noche, salió a su lugar favorito con Edgar.
Manu pensaba todos los días en el ruliento, se afirmaba a si mismo que al día siguiente lo llamaría pero a decir verdad, siempre se olvidaba. De todas maneras, consideraba que era extraño estar pensando todos los días en él, en esa persona que despertó algo en él.
Cuando se encontraron en la estación de servicio y cuando se saludaron, se abrazaron por un largo tiempo. Ninguno de los dos quería separarse, al parecer, se habían extrañado mutuamente.
-¿Dónde anduviste, rubiesito? -Preguntó el ruliento, soltándolo de su abrazo.
No estaba preparado para decirle la verdad.
-Unos problemas de mi vieja, tuve que dejar la u por eso. -Mintió sutilmente.
-Chuucha. ¿Tan grave es? -Se sentó en las sillas que tenía el servicentro en la zona de minimarket.
-Sí. ¿Querí' un completo? Yo te invito. -Ofreció el rubio, antes de sentarse.
-Dale. -Sonrió el ruliento.
Manu entró y pidió una promo de completos con una bebida. Al rato volvió con Edgar y se sentó para comer y conversar.
Durante todo ese tiempo, Eddie estaba obsesionado con mirarlo a los ojos, esto ponía nervioso al rubio. Desviaba su mirada constantemente, le ponía nervioso pero no era capaz de decirle nada, le encantaba la idea de que aquellos ojos cafés sólo lo miraran a él. Se les hizo muy entrada en la noche y se estaban preparando para irse.
-¿No querí' venir a mi hotel? Estoy solo y la wea es re gigante. -Preguntó Edgar, algo nervioso, llevaba un rato pensando en si invitarlo o no.
-Eh... -Pensó por un momento, cosas quizá indebidas. Luego pensó en que no tenía nada más que hacer por lo tanto, aceptó. -Dale.