Fran había accedido al inmenso itinerario que había planificado el rubio con Edgar y el niño. Le vendría bien una semana para ella misma.
Edgar y Manu llevaron a Tomás a muchos parques, lo llevaron al cine, le compraron ropa nueva. Toda esa semana estaba siendo un éxito. Luego se dieron cuenta que el tiempo se acababa y debían volver a casa.
Manu lloró casi todo el camino devuelta, deseaba poder llevarse a Tomás con él, pero vivía ahora en un entorno peligroso, cualquier paso en falso podía culminar en una batalla fatal.
Al llegar a casa, Manu estaba más callado de lo normal, pasaba más tiempo en cama que antes y ya no se reía tanto. Edgar había notado ese comportamiento y decidió seguir observando. Mientras, planificaría otras salidas para poder alegrarlo un poco. Odiaba la idea de que Manuel estuviese triste viviendo con él.
-Amor... -Entró Edgar a la habitación donde el rubio estaba tapado hasta las orejas en la cama. No respondió. -Te compré pasajes sin vuelta para que vayas a quedarte con el Tomi un tiempo. -Nuevamente, el menor no se inmutó, pero sí que estaba escuchando eso. -Oye, amor. -Llamó por última vez y se rindió, quizás necesitaba un tiempo a solas.
Se quedó en la sala viendo una película que no le entretenía, luego sintió una mano posarse en su hombro.
-Gracias. -Susurró el menor en su oído. Luego le abrazó por el cuello.
-Son para pasado mañana, tienes que arreglar tus cosas. -Dijo el ruliento.
-Bueno, amor. -Lo soltó, no sin antes darle un beso en la mejilla, y se fue de ahí.
Se quedó solo y se prometió a si mismo no meterse en problemas hasta que Manu volviese.