Edgar había preferido la noche para el supuesto traspaso. Le había dicho al rubio que volvería tarde y que no lo esperase despierto.
El encuentro fue a las afueras de la ciudad, había ido con el BMW esa vez. Esperó durante unos minutos cuando escuchó el sonido de un motor acercarse a su posición. El vehículo era una gama alta, desde adentro salieron tres tipos.
-¿Tres versus uno? -Preguntó el ruliento con una sonrisa.
Los tipos dejaron ver sus armas, pero aquello no asustó a Edgar. En menos de un minuto, el ruliento había desenfundado su arma y había disparado certeramente en los tres objetivos.
-¿Esa wea fue todo?
Los tipos se quejaban en el piso, cuando uno de ellos volvió a apuntar al ruliento, recibiendo un disparo como respuesta de Edgar. Aquel disparo, había acabado con la vida del sujeto. Luego, se dio cuenta que salió otra persona del auto, parecía ser el cabecilla.
-Hola, Edgar. Me llamo Jaime. -Dijo. Se sabía su nombre. -Creo que no te acuerdas muy bien de mi. Te haré memoria. -Carraspeó y se acercó lentamente al ruliento quien lo observaba en silencio. -¿Te acuerdas de cómo murió tu expareja?
Click. Él había dado muerte a su expareja hace muchos años antes. Le hizo creer que le daría un auto si se iba con él y todo fue una emboscada para intentar matar a Edgar. A las finales, quien pagó los platos rotos fue él, Naiko. Todo había ocurrido hacía demasiado tiempo, su mente ya había borrado casi el cien por ciento de ese momento de su vida. Y ahora aparecía nuevamente.
-Me acuerdo. -Respondió Edgar. -¿Y qué weá querí' ahora?
-Quise hacerlo por las buenas pero decidiste matar a uno de mis hombres y dejar agonizando a dos. -Jaime alzó los hombros. Se encontraban frente a frente. -Ya tengo hombres yendo a tu casa para traerme al rubiesito ese que tienes ahora.
Mierda, pensó el ruliento. Jaime acercó su arma a la cabeza de Edgar.
-Y no quiero impedimentos. -Prosiguió el mas bajo. -Así que dile a tu perra que coopere y nadie saldrá herido. Llámalo. -Exigió.
-Ándate a la chucha. -Contestó el ruliento, luego le propinó un puñetazo en la mejilla. Fue muy rápido el golpe, pero Jaime había alcanzado a percutar un disparo que dio en la pierna del ruliento.
Edgar se encogió luego de ese disparo, pero fue los suficientemente fuerte para volver a golpear a Jaime. Este había dejado caer su arma, estaba tendido en el piso. Edgar aprovechó de colocarse sobre él para seguir propinándole fuertes puñetazos que dejaron inconsciente a Jaime.
Se levantó y luego se subió a su auto, dándose cuenta que lo dejaría todo manchado con sangre, pero su chico era más importante. Así que encendió el motor e intentó conducir lo más rápido que podía con una sola pierna hábil.
-Ya voy para allá. -Se dijo así mismo.