El beso continuó hasta que sus respiraciones se les hicieron cortas.
Al separarse, se miraron a los ojos. Se sonrieron al mismo tiempo y Edgar se levantó para seguir besándolo.
Se sentía tan bien. Se sentían únicos, afortunados, especiales. Sólo una llamada arruinaría el momento.
-Me tengo que ir. Es algo de mi mamá. -Dijo Manu, odiando estar mintiéndole.
-Sí, anda nomás. -Le abrió la puerta de entrada y Manu pasó por delante, no sin antes, darle un beso más.
Ninguno de los dos sabía cómo seguirían las cosas, tan solo se habían dejado llevar por el momento. Y ya verían cómo sería más adelante.
Al día siguiente, Manu estaría llamando a Edgar para preguntarle si podían volver a verse, pero las llamadas no le llegaban. Se había ido.