-¡Eddie! ¿Qué mierda te pasó? -Dijo el rubio al ver sangre en las ropas de Edgar.
-Escóndete. Métete a mi closet y no salgas de ahí hasta que yo te diga. -Ordenó el mayor. Zamarreó al menor para que se metiera en dicho lugar.
-Pero, ¡oye! -Reclamó el rubio, pero cedió ante las exigencias de Edgar. No quería que el ruliento muriera, pero él también tenía un hijo que cuidar.
Edgar se quedó sentado en la puerta del closet, recargó su arma y se miró la pierna, su pantalón solo tenía unas pocas manchas, no había sido tan grave.
Escuchó algunos autos dándose unas vueltas por su calle, pero ninguno entró a su casa. Así que se quedó en completo silencio para escuchar los movimientos hasta que finalmente cesaron y Edgar fue capaz de decirle a Manu que podía salir. Al momento de salir, el rubio se apresuró en buscar vendas y alcohol para limpiar la herida.
-Asumiré que ir a urgencias no es una opción. Pero tienes que ir a que te saquen la bala, no te atravesó. -Dijo el menor mientras seguía limpiando la herida para después sellarla con la venda.
-Así es. Estás en lo correcto. -Respondió Edgar. -Llamaré a alguien que puede venir a hacerlo. Gracias. -Agradeció el mayor, mirando a Manu a los ojos.
Pasaron las horas, la persona que llamó Edgar ya había ido y le había retirado el proyectil. Manu lo llevó a bañarse y le ayudó. Pasó la esponja suavemente por su cuerpo, sin tocar la pierna.
-¿Me vas a explicar qué pasó? -Preguntó el rubio. Edgar se tomó un momento para responder aquella pregunta, le quería ser sincero de principio a fin al menor.
-Me habían amenazado... Te querían a ti. -Manu dejó de pasarle la esponja por un momento, pero luego continuó. -Era un viejo enemigo. Le saqué la chucha y luego vine por ti, porque me dijo que venían weones a buscarte.
-¿Viniste con un balazo en la pierna?
-Así como lo oyes.
-¿Y manejando?
-Síp.
-Wow. -Manu se estaba dando cuenta de lo que Edgar era capaz de hacer por él.