Edgar ya llevaba casi medio año en Estados Unidos, y ya tenía los pasajes devuelta comprados. Tan solo faltaban unas horas y volvería a estar con Manu, claramente para poder hablar sobre lo que sucedería.
Por otro lado, Manu estaba trabajando, contando las horas para ir a buscar al ruliento al aeropuerto. Llevaba unos días sin hablar con Fran, por lo tanto, no tenía muchas noticias de Tomás. Aun así, no podía estar desconcentrado.
Llegada la noche, Manu ya había salido del trabajo, aprovechó el tiempo para ir a cambiarse de ropa y enviarle mensajes a Fran preguntando por el pequeño. Edgar ya venía aterrizando.
Una vez, Manu en el aeropuerto, llamó a Edgar por manos libres y este le contestó de inmediato.
-Holi, estoy justo afuerita. -Avisó el menor.
-Dale, te tengo un regalo. -Mencionó el ruliento, revisando una bolsa de papel que tenía en mano.
-Nah, ¿en serio? -Sonrió el menor. -Me vas a ver al tiro, toy en el suprita.
-Dale, ahí te veo. -El más alto cortó la llamada para luego alzar la mirada y ver aquel reconocible supra blanco. Abrió la puerta de copiloto y se subió. -Holaa.
-Holii. Te extrañé caleta. -Dijo el rubio. De inmediato se puso en marcha.
-Yo también. Voy a dejar la bolsa acá atrás. Cuando lleguemos a mi hotel, lo abres. -Dijo el ruliento, mientras observaba a Manu asentir y concentrarse en el camino.
El trayecto era un poco largo debido a la congestión del momento, así que como ninguno estaba apurado, decidieron relajarse con un poco de música, conversación y risas. Edgar le contó todo lo nuevo que vio allá, puesto que ya había ido varias veces anteriormente, así que algunas cosas ya las tenía familiarizadas. Manu hacía mil preguntas por todo, le parecía todo muy genial y nuevo, le pidió al ruliento si lo podía acompañar alguna vez aunque fuese, claramente el ruliento aceptó.
Aún estaban a mitad de camino cuando Manu recibió una llamada de Fran. Edgar no preguntó nada. Manu no sabía si contestar, en parte, hacía varios días que no sabía de su hijo. Bueno, si era importante, llamaría de nuevo. Dejó pasar la llamada y nuevamente, llamó.
-Aló. -Dijo el rubio, alzando un poco la voz para que pudiera escucharse.
-¿Cómo cresta no erí' capaz de llamar para saber como está tu hijo? -Vociferó la mujer a través del teléfono.
Mierda.
-P-perdón. ¿Le pasó algo? -Preguntó el rubio, sintiendo la mirada fija de Edgar en él.
-Weón, tiene una gripe super grave. Estamos en la clínica ahora mismo. Ven al tiro. -La mujer cortó la llamada y Manu tragó saliva.
El silencio era mortal.