Capítulo 12

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Capítulo 12:


Una simple palabra: Lunes.


Ese hermoso día que nos motiva a todos a levantarnos súper temprano con una sonrisa de oreja a oreja, a estar completamente relajados, a querer abrazar a cualquiera que se cruce en nuestro camino, a... bueno, ya dejo de mentir.

Siendo sincera, odio con vida y alma los lunes. Dudo que haya un día peor que ese en la semana.

En primer lugar: porque entro temprano a la universidad. ¿Qué vendría a ser temprano? A las siete de la mañana, precisamente. Toda una hermosura matutina.

En segundo: porque Alex se va al trabajo en el auto, todavía más temprano que yo, y no me queda otra que caminar para llegar a clases, (llueva, truene, o caigan rayos del cielo).

Y en tercero, y último (pero no menos importante): porque tengo la peor materia con el peor profesor, justo los lunes: Historia del Arte. Octavius Black.

Sí, hasta su nombre suena malvado.

El hombre, bajito, canoso y regordete, nos obliga, nada más y nada menos, que a hacer silencio durante toda su clase. No podemos preguntar, comentar, ni repetir nada de lo que él diga hasta que acaba con el monólogo diario. Sólo tenemos permitido anotar en nuestros cuadernos. Si alguien lo llega a interrumpir, reprueba la materia, así de simple. He sido testigo unas cuantas veces de cómo le suspende el año de Historia a varios alumnos... y les aseguro que no es nada bonito.

Para mi suerte, después de la "tortura" (como le decimos con Marlene a la hora de Mr. Black) tenemos dos horas y media de Arte Plástica: mi materia favorita, para la que estuve haciendo el trabajo la noche del domingo. Consiste en pintar cuadros, hacer esculturas, maquetas, y demás cosas geniales. Pensarán que eso compensa un poco la amargura del día... pero les juro que no es suficiente.

Bueno, volviendo al tema...

Ahí estaba yo, empezando la semana una vez más, tomando el desayuno con Tom entre las piernas, a las seis y media de la mañana. No bromeo, a las seis y treinta minutos exactos... agh. Cómo odio madrugar.

Me llevé el último bocado de tostada con dulce de mora a la boca, tomé un buen trago de agua helada, y me colgué el bolso con todos los cuadernos al hombro.

Con una mano, tomé el lienzo melancólico del proyecto y lo metí en una bolsa de papel madera para no arruinarlo. En la otra mano tenía el celular y las llaves, así que prácticamente estaba haciendo un número de equilibrismo ahí mismo.

Abrí la puerta, y llamé a Tom. El perrito me siguió automáticamente.


Bajamos por el ascensor, y cuando llegamos al lobby, doblamos a la derecha para salir por la puerta de atrás, al patio del edificio. El lugar es bastante amplio, tiene mucho césped, y juegos para los niños. Además hay un guardia que vigila constantemente, así que es perfecto y seguro para dejar a Tom cuando no podemos llevarlo con nosotras.


Obviamente, cuando Marlene puede cuidarlo, preferimos dejarlo en su casa. Pero, como ya saben, ella viene conmigo a la universidad todos los días...


- Leah, ¿vas temprano hoy?- saludó Marc, el guardia del que les hablaba, al tiempo que alzaba una mano.

Under London's Sky Donde viven las historias. Descúbrelo ahora