14

2.9K 321 2
                                    

𝙼𝚊𝚛𝚊𝚝𝚘́𝚗 [3/4]

El timbre volvió a sonar por segunda vez, haciendo que el pelinegro dejara su teléfono en su cama y se colocara una bata

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El timbre volvió a sonar por segunda vez, haciendo que el pelinegro dejara su teléfono en su cama y se colocara una bata. Caminó rápido hasta la puerta principal, estaba algo desganado, pero quizás Jeongin tenía algo para comentarle.

—¿Minho? —preguntó al aire una vez la puerta fue abierta.

—Hola Sunggie —saludó contento con un beso en la mejilla, pero su expresión duró poco al ver el rostro demacrado de su mejor amigo—. ¿Por qué lloraste?

Jisung no emitió respuesta alguna, solo negó con la cabeza, dándole a entender que no se preocupara. Dejó que pasara dentro de la casa, cosa que Lee aceptó gustoso.

Él admitía que estaba dudoso de ir, pero ver la imagen y cortar la rutina de siempre quedaría algo confuso. Además, sus pensamientos no le permitieron no ir, pues la idea de que Hwang se aproveche de su falta le ponía los pelos de punta, haciendo que sus alarmas internas tomen posesión de su cuerpo.

—Traje un poco de estofado, sé que eres muy perezoso para cocinar a estas horas —comentó tranquilo, dejando la bolsa blanca sobre la mesada.

Nada, ni un suspiro, ni una palabra, absolutamente nada salió de la boca del pelinegro. Mantenía el silencio como una orden, no se lo veía bien, se notaba su tristeza a lo lejos, como sus ojos se ahogaban cada vez que intentaba decir algo.

Minho lo conocía, conocía perfectamente sus gestos, cada uno de ellos, y el de ahora era uno de sumo dolor. No entendía el porqué, y tampoco pensaba saberlo hasta que el pequeño se digne a contarle. Jamás le obligaría algo que no quisiera, mucho menos hablar de algo que le afectaba.

En silencio, rodeó con sus brazos al pequeño, brindándole aquel calor que tanto necesitaba, ese que se había ido por pensar de más las cosas, por no respetar los tiempos, y más que nada por sí mismo.

Luego de un silencio tranquilo, con pequeñas respiraciones de paz, Lee decidió hablar.

—Sabes que siempre estaré contigo, hice una promesa —le susurró tranquilo, acariciando los suaves cabellos que se encontraban por la nuca.

El pequeño levantó su cabeza, con esos ojos llorosos que le partieron en mil pedazos el alma al castaño. La punta de su nariz se encontraba rojiza al igual que sus hermosas mejillas, claro punto del llanto que se venía.

Sollozo tras sollozo se escuchaba en la sala, llenos de angustia guardada desde que llegó. Se sentía un adolescente intranquilo, desbordado de inseguridades, esas que nunca llegó a tener en su momento, o que simplemente las guardaba bajo la llave de su corazón. Porque si, siempre las tuvo, esos erróneos pensamientos de perder a quien más quería.

—Siempre serás la persona más importante en mi vida ¿Sabes? —comentó Minho, levantando el mentón del bajito con una de sus manos.

Su tacto era tan suave al igual que sus movimientos y dulces palabras, que Han no pudo evitar cerrar sus ojos para poder sentirlo mejor. Las caricias no tardaron en llegar, brotando inocentes esperanzas en el menor.

A la vista del castaño, se lo veía como un gatito en busca de cariño, muy tierno para su frágil corazón. No pudo contenerse, con su otra mano tomó la mejilla faltante, acariciando ambas con delicadeza. Observó cómo Han hacía un pequeño puchero, uno que siempre había lo vuelto loco.

—Vamos a comer ¿Ok? —le dijo Minho con tranquilidad, pero el pequeño seguía sumido en su mundo—. Sunggie, debes comer algo.

— Quiero estar así un rato más. —ronroneó frotándose contra las manos del más alto.

—Luego de comer —comentó, quitando lentamente sus manos de los suaves cachetitos de Han.

Ambos se dispusieron a charlar mientras el fuego calentaba el ya frío estofado. Era una conversación normal, de las típicas que tenían desde siempre, las que no hablaban sobre sentimientos de amor.

Sus cabezas estaban llenas de inseguridad, pues las cosas se habían vuelto algo distintas a la última vez que estuvieron en una misma habitación. El miedo constante de perder al otro se había vuelto habitual en sus vidas, no dejando descansar. Odiaban ver como de a poco todo se desmoronaba, que aquella amistad de tantos años se estaba destruyendo de a poco. Ninguno sabía que pasaría después, cuando las cosas se salgan de control, cuando sus emociones tomen posesión de sus cuerpos.

Una vez ya caliente la comida, Lee se dispuso a servirla en grandes platos, sabiendo perfectamente que su mejor amigo se encontraba con hambriento, pues su estómago rugía cada minuto.

—Come despacio que está bastante caliente —le dijo el castaño con suma ternura.

Jisung le dedicó una última mirada antes de dar su primer bocado. Estaba delicioso, era el típico que compraban para almorzar cuando no había tiempo y ganas de cocinar. La nostalgia se instaló en su sistema, viendo aquellos momentos en donde todo estaba relativamente normal, cuando comían entre risas y no en silencio.

—Vi la foto. —Soltó Minho sin pensar—. Te queda muy bien... la lencería —un sonrojo se instaló en las pálidas mejillas del alto.

El pelinegro casi se ahoga con el agua, poniéndose color carmesí su rostro. Las delgadas piernas se movían nerviosas, y sus pies golpeaban el piso con rapidez. No sabía que decirle, pues solo imaginaba que no la había descargado.

—¿Estás bien? —preguntó algo preocupado por la constante tos del pequeño, quien en respuesta asintió con la cabeza—. Lo siento por decir eso cuando estabas comiendo.

—N-No es nada, ya terminé de todas formas —comentó para tranquilizar a Lee.

Silencio, de nuevo ese silencio aparecía en el lugar. Lo odiaba, él solo quería volver a bromear cono antes, pero su corazón ya se encontraba atrapado ente las ramas de su mejor amigo, quizás siempre lo estuvo.

— ¿Tienes pensado grabar?

—Sí, de hecho, compré la lencería por eso —respondió algo tímido—. Podríamos probar lo de la última vez.

—¿A qué te refieres? —perfectamente sabía a lo que se refería, pero deseaba escucharlo directo de sus labios.

—Ya sabes... hacer eso —sus mejillas se encendieron y en un tartamudeo susurró—. Sexo.

No eran las palabras que quería utilizar, pues para él era más "Hacer el amor". Amaba a Minho, pero no debía saberlo por ahora, al menos por ahora.

 Amaba a Minho, pero no debía saberlo por ahora, al menos por ahora

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
street sexDonde viven las historias. Descúbrelo ahora