4. Entorno desconocido

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- Mueve el pie lentamente - mamá indicó y yo obedecí -. Ahora el otro.

Seguí su orden y podía sentir como la movilidad en mis piernas poco a poco comenzaba a regresar.

Dejó mis piernas y tomó mi muñeca. La apretó levemente y me indicó que moviera mi mano arriba y luego hacia abajo, yo volví a obedecer.

- Bien, a este paso tu movilidad llegará más rápido - comentó.

- ¿Y sobre mis poderes? - pregunté con temor -. No los tengo.

- Esos vendrá con el paso del tiempo, cariño. Estuviste mucho tiempo en coma y estabas inconsciente, te aseguro que en poco tiempo volverán - me tocó el hombro, el tacto siendo un poco reconfortante.

- Bien...

- Ahora solo tienes que tomarte estás pastillas después de la comida - me tendió un pequeño frasco -. Puedes irte.

Me puse de pie y antes de salir de la enfermería, mamá me obsequió una sonrisa amplia y brillante.

Caminé a paso lento por el pasillo hasta llegar a la sala principal. Caminé por los rincones tratando de recordar algo antes de mi accidente. Pero nada, era extraño que recordara a mis hermanos y pocos momentos con ellos. Porque, aún que no tenga muchos recuerdos con Cinco, había algo que me hacía extrañarlo y quererlo mucho.

Llegué a la esquina de la sala y había un jarrón encima de una pequeña mesita. Y un recuerdo vino a mi mente.

«- No me alcanzas - Klaus se burló de mi.

- Deja de correr, te vas a... - callé cuando su cuerpo chocó contra la pequeña mesa, tirando el jarrón de barro -.... Caer - terminé mi frase al contemplarlo tirado en el piso»

No sabía cómo el jarrón estaba en buenas condiciones, no recordaba si lo habíamos repuesto o simplemente papá había decidido comprar otro.

Era como estar en casa pero a la vez estar en un entorno desconocido. Cómo si apenas los conociera de nuevo.

Seguí mi camino hasta que llegué a la salida, y subí al segundo piso, llegué al pequeño balcón que daba la vista completa de la sala principal. En ese piso habían cuadros y uno que otro sofá. Mis pasos eran lentos mientras caminaba por el pasillo, mi vista observando cada cuadro que estaban colgados en la pared, hasta que llegué al final del pasillo y un cuadro en especial llamó mi atención.

Lo seguí mirando con el ceño fruncido, conocía esa pintura, pero no sabía de dónde. Conocía esos trazos y esos colores, eran familiares.

Y entonces me llegó un recuerdo más.

Yo había pintado ese recuadro, no era la gran cosa como las demás pinturas que papá colgaba para iluminar la estancia, solo era una cascada cubierta de montañas con un sol resplandeciente en los alto.

Y recordé sus palabras.

«No es suficientemente bueno. Confío en que para la próxima lo harás mejor»

Fruncí más el ceño.

Si él creía que no era bueno, ¿por qué decidió colgarlo?

- Bonito, ¿no? - la voz de Dalia sonó a mi lado.

Giré el cuello y la contemplé acercándose a mi.

- Si, demasiado diría yo - dije, sintiéndome un poco orgullosa de mi creación.

Su vista dejo de prestarme atención y viajó hasta la pintura colgada de la pared.

- El autor aún es desconocido - soltó con voz informativa -. La pintura no lleva su firma o fecha.

- Creí que te lo dirían - dije.

Su mirada cayó sobre mi y me escaneó.

- ¿Decirme qué? - cuestionó.

- Que yo pinté el cuadro. La autora soy yo - sonreí con suficiencia.

Sus cejas descendieron.

- Y si no puse mi firma es porque el cuadro estaba en mi habitación, no tenía planeado enseñarlo al mundo - expliqué -. Aún qué me halaga que creas que mi pintura es bonita.

- Pues tienes un don, tengo que admitirlo - dijo entre dientes.

- Gracias - sonreí.

Le dí una última mirada antes de alejarme y seguir mi andar hacia mi habitación.

- ¿Qué fue lo que te pasó, nueve? - preguntó a mis espaldas y me molestó el nombre, cuando ella sabía perfectamente que número era.

Me detuve y sin inmutarme a mirarla, hablé:

- Ni siquiera yo lo sé. Solo recuerdo ver todo negro y después abrir los ojos.

No escuché más sus palabras y decidí retomar mi andar.

Cuando llegué a mi habitación, igual todo era nuevo, era un poco más grande, y eso significaba más vacía, pues no tenía tantas cosas con que llenar la habitación.

Era fría y silenciosa, no tenía a ninguno de mis hermanos cercas, era como si solo me hubieran alejado.

Mis cosas de pintura estaban en el escritorio un poco alejado de la cama, con la venta a un lado.

Lo bueno de la nueva habitación era la maravillosa vista que me regalaba la ventana. Daba una vista perfecta de la ciudad y los lugares.

Aún que estuviera en mi hogar.

Estaba en un entorno desconocido.

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Con amor, Esme

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