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Dio un par de vueltas por la habitación, analizándolo todo. El cansancio de los últimos días había hecho mella en su cuerpo, pero quedarse dormida en aquella habitación no era una opción.

Descartó el tumbarse en la cama, pues sabía que si lo hacía no tardaría en viajar al mundo de los sueños.

Su mirada se dirigió hacia la puerta, y estuvo tentada de salir.

Pronto descartó esa idea, pues conocía a la reina lo suficientemente bien como para saber que, al otro lado, varios guardias estarían custodiándola.

Salió entonces a la gran terraza que había tras la cristalera que se situaba a un lado de la cama. La noche era fría pero no le molestó.

Se sintió ridícula con aquel vestido puesto. A la mañana siguiente ya estaría completamente arrugado.

Su mirada se perdió entre los amplios jardines que rodeaban el lugar, y por un momento el sonido de las ramas moviéndose al ritmo del viento le hicieron sentir en calma.

Esa calma duró poco, pues no tardó en sentirse observada.

Giró sobre su misma para observar la fachada del palacio, en busca de aquella persona que la observaba entre las sombras. Sus ojos no tardaron en detectar una figura varios metros más arriba. Achicó los ojos en un intento por adivinar de quién se trataba, pero aquella sombra no tardó en desaparecer.

- Curioso - murmuró antes de volver a entrar en la habitación.

Un gran bostezo escapó de sus labios. Sabía que aún le esperaban muchas horas allí dentro, y que por mucho que quisiera evitar quedarse dormida, el sueño no tardaría en vencerla por completo.

Se liberó entonces del vestido, quedando en ropa interior, y se acurrucó entre las sábanas sedosas de la cama.

Cerró momentáneamente los ojos y se imaginó la figura de Silva a su lado. En momentos como aquel lo necesitaba más de lo que nunca reconocería.

Más tarde o más temprano terminó quedándose dormida. Despertó justo cuando los primeros rayos de sol del día daban de lleno contra su almohada. Se revolvió inquieta antes de levantarse finalmente.

Algo le decía que no tardaría en recibir alguna visita, por lo que se vistió rápidamente, terminando de atarse los zapatos justo en el instante en el que alguien llamaba a su puerta.

- Justo a tiempo - murmuró, dirigiéndose hacia la misma, abriéndola segundos mas tarde para encontrarse con el mismo hombre de la noche anterior.

- La reina la espera en el salón del trono.

- Buenos días a ti también - comentó con ironía mientras seguía sus pasos.

Fue llevada al salón, donde tuvo que esperar largos minutos antes de que la reina de Solaria se dignara a aparecer. Cuando lo hizo, los guardias que había apostados en cada una de las cuatro columnas que coronaban el lugar, se irguieron sobre sí mismos, poniendo la espalda lo más recto posible.

Morgana arqueó una ceja ante tanta rectitud, pero ni siquiera se giró para recibir a la reina.

- Debes inclinarte ante tu reina.

Se giró lentamente cuando esa voz aguda y chillona llegó a sus oídos. Frente a ella encontró a un hombre de gracioso bigote al que se limitó a sonreír.

- No lo haré.

- ¡Es tu deber! - el hombrecillo estaba adquiriendo un color cada vez más enrojecido, lo que no hizo más que aumentar la sonrisa de Morgana.

- Dejadnos solas.

La voz de la reina Luna llegó a todos los lugares de aquella sala, y todos, incluido el hombre de gracioso bigote, obedecieron.

Morgana [Saul Silva]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora