La noche eterna.

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El entusiasmo de María Luisa era inmenso, tenía mucho tiempo sin ver a su hermana pequeña. Cuando ella se marchó, su hermanita quedó al cuidado de su progenitora, en el pueblo donde vivían. Ella mientras tanto estudiaba y se preparaba para una profesión en la ciudad.

La verdad, no recordaba haber pasado mucho tiempo en convivencia con sus familiares. Cuando era una niña pequeña, la habían enviado lejos con otros familiares, para que estudiara. Ya era una adulta y se había graduado, nada impedía que volviera a ver a su hermana y madre. En los años de separación las había visitado solo en algunas fiestas, prácticamente sólo hablaban por teléfono.

No les avisó que las visitaría, quería que fuera una sorpresa, ni la mamá ni su hija, se enteraron de su llegada. Al llegar observó que todo era raro, no recordaba nada de cuando se marchó. No se veía nadie en las calles, todo se veía vacío.

Se vio obligada a ir caminando a la vivienda de su familia, ya que no encontró ni transporte ni taxi que la llevara. Cuando pasaba por las casas y la miraban, la gente entraba a sus casas y cerraban la puerta.

Luego de caminar más de sesenta minutos, por fin llego a casa, muy agotada y sudada, al disponerse a entrar, se dio cuenta que no recordaba casi nada, sólo tenía el recuerdo de su madre metiéndola a la casa en lo que se acercaba la noche.

Esperó un rato y alguien abrió, era su hermanita, se veía desmejorada, extremadamente pálida y solo suspiró, su hermanita no la había reconocida. Sólo cuando María Luisa la acarició, fue que supo quién era. La hermana comenzó a estremecerse, primero creyó que era el impacto de la sorpresa, al rato se dio cuenta que la razón es otra.

La hermana la acompañó a ver a su progenitora, para su sorpresa se encontraba exactamente igual que la última vez que la vio siendo niña, sólo que no hablaba ni se movía, tenía la mirada fija en algún punto del espacio. La muchacha ni se imaginaba que comenzaba a formar parte de uno de los cuentos de terror largos.

Se acercó con cariño a su mamá y la acarició, pero al observar a su hermanita le vio una extraña expresión, daba la impresión de estar muy asustada. Se marcharon a otra área de la casa, pero una vez allí, en lugar de interrogarla sobre su vida, la hermanita le reclamó que hubiera llegado sin avisar y de repente.

Ella para calmar a su hermana, le anunció que no se quedaría muchos días, solamente saludaba a la familia y se marchaba, además quería saber si ella se quería ir a vivir a la ciudad con su hermana mayor. Que colocarían a mamá en algún lugar donde la cuidaran bien y ellas vivirían juntas, así podrían compartir sus vidas.

La hermanita no dio ninguna respuesta, pero sus ojos se llenaron de lágrimas, esto le causó todavía más extrañeza a María Luisa, se fue a la que fuera su habitación de niña. La mantenían intacta, se durmió y se despertó con sonidos en la parte de arriba de la casa, era muy entrada la noche, pero no encontró a nadie.

Salió al patio y al mirar bien pudo ver a su mamá levantando vuelo, esta soltó una horrible risa, que la dejó congelada. Trató con todas sus fuerzas de despertar, pues pensaba que era una pesadilla, pero no ocurría nada. La noche no tenía fin, ella se acurrucó y seguía tratando de despertar, hasta que sintió una mano que la tocaba, abrió los ojos y pudo ver que era su hermanita.

Esta le dijo, debes salir de aquí inmediatamente, pues ya se acerca la noche sin final y ya no podrás salir. La explicación que le dio fue tan espantosa, como ver a su madre volando. Su progenitora era la hechicera del lugar, al llegar la luna más grande, en el poblado, la totalidad de las hechiceras de la zona se reunirían, a esto lo conocían como la noche que no tiene final.

María Luisa, preguntó a su hermanita por qué no escapas a mi casa, ven conmigo. A esto la hermanita contestó, no puedo soy la elegida para ser la heredera de la posición de nuestra madre.

Esta es la razón, por la que su mamá la había alejado de la casa materna, sólo podía haber una heredera, la otra debería morir. Su madre para salvarla la mandó lejos, al oír esto, salió huyendo hacia su casa urbana y no volvió al pueblo, ni volvió a saber de su familia.

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