El hijo favorito

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Siempre se dice que para una madre no existe un hijo favorito, pero en mi caso no fue así.

Soy el menor de dos hermanos, Carlos siempre fue el consentido  de mi madre, él tenía diecinueve años cuando yo nací, y al cumplir veintiuno se fue a estudiar a España.

Solía pensar que la lejanía de Carlos hacía que mi madre lo extrañara, y producto de ésto su amor por él fuera más fuerte que por mi.

Carlos era el hijo ejemplar, siempre el de las mejores calificaciones y mejor comportamiento esto hizo que se graduara con honores ganándose la beca que lo llevó a España a estudiar arquitectura.

Yo en cambio era un alumno promedio sin grandes logros, pero no mediocre, siendo que me costaba mucho concentrarme, me esforzaba al máximo para obtener buenas calificaciones y así poder ganarme el orgullo de mi madre, cosa que jamás logré.

Mi padre era un hombre muy ausente, su trabajo lo mantenía viajando la mayor parte del tiempo. Las pocas veces que estaba en casa era bastante cariñoso conmigo, pero solo cuando mi madre no estaba presente, las pocas ocasiones que recibí demostraciones de afecto eran de su parte.

Me costaba entender porque mi madre me despreciaba tanto, ante el más pequeño error, desataba su ira contra mi, siendo víctima de innumerables palizas, muchas veces sin justificación.

Cada día esperaba que llegara la noche para poder refugiarme en mi cama, lejos se su mirada la cual estaba en constate juicio.

Cuando llegaba la noche me sentía libre de poder llorar en silencio, y quedarme dormido imaginado un abrazo tierno. Era tanto mi anhelo por sentir ese abrazo cálido que después de un tiempo de imaginarlo, podía sentirlo.

La presencia de una mujer se acercaba cada noche a mi cama y me envolvía en sus brazos, hasta podía sentir su olor y su calor el cual me hacían sentir seguro y me llevaban a los más lindos sueños, en donde tenía una madre amorosa, cariñosa y comprensiva. Jamás pude verle la cara, pues siempre había mucha luz, solo podía notar en su cuello que tenía muchas pecas, lo cual la hacía lucir adorable. Cada sueño me transportaba a una realidad totalmente distinta a la que vivía a diario, me sentía libre y feliz siempre tomado de la mano de aquella mujer que me llevaba a recorrer prados y parques. Pero toda la magia terminaba al despertar con los gritos de mi madre.

Solía  pensar que ella se comportaba así conmigo, como forma de hacerme un hombre fuerte y que todo era por mi bien, pero en la mayoría de los casos los castigos ni siquiera tenían que ver con mi comportamiento, su mirada siempre fría y dura me producía escalofríos. Deseaba tanto un abrazo de ella, que en algún momento me dijera que me quería y que era importante en su vida, así como lo hacía con Carlos, esa era mi esperanza, poder conseguir su amor.

Deseaba sentir con ella lo que sentía en mis sueños. Muchas veces traté de hablarlo con ella, de contarle  lo feliz que me sentía en aquellos sueños, pero al estar frente a ella mi valor se esfumaba y solo bajaba la mirada para no desafiarla.

El día en que cumplí diez años, tuvimos una gran sorpresa, Carlos nos vino a visitar de improviso y traía a su novia con él, una hermosa mujer española, graduada de medicina la cual estaba embarazada de gemelos. Mi madre estaba tan feliz y más orgullosa que nunca de su hijo, era su sueño hecho realidad, sería abuela y de dos niños.

Esa noche en la cena, estábamos todos reunidos en la mesa, Carlos nos contaba sus anécdotas y tenía a todos muy entretenidos excepto a mi. Sin querer bostece y al estirar mi brazo voltee la copa de vino de mi madre en el mantel que había traído la novia de Carlos, el cual había sido bordado por la abuela de ésta.

La cara de mi madre hacía notar una creciente ira, por lo que supe que debía retirarme de la mesa, temiendo el castigo que me daría más tarde.

Subí a mi habitación, pero en camino me voltee a ver la escena familiar reunida en la mesa, se veían todos tan felices, ahí supe que no era parte de ellos.

Me dirigí a la habitación de mi madre y busque entre sus medicinas para dormir algo que me ayudara a soñar para siempre, solo quería llegar a ese mundo en donde me sentía amado por aquella mujer.

Pasaron los días y cuando despierto había una señora a mi lado, tenía el mismo olor que la mujer de mis sueños y las mismas pecas en el cuello, pero se veía mucho mayor, escuché su voz dulce y tierna que me dijo que pronto estaríamos todos reunidos, me preguntó si aceptaba irme con ella y su hija a lo cual dije que si, aún sin conocer a su hija no tuve dudas en aceptar. Luego de esto caí en un profundo sueño, lo último que recuerdo es que aquella mujer me decía que vendría por mi muy pronto.

Al despertar nuevamente, vi a mi padre a mi lado y pude darme cuenta que no estaba en casa, era una clínica en la cual estaba internado.

Mi padre estaba solo, por lo cual se sintió en libertad de poder darme un abrazo. Me sentí tan feliz que le conté parte de lo que me había dicho aquella mujer.

Al describirla mi padre no pudo ocultar su asombro, luego de dar un par de vueltas a la habitación de la clínica, se acerco y me confesó una verdad.
Sacó una foto de su cartera y me preguntó si aquella mujer se parecía a alguna de las dos que estaban en la fotografía.

Le dije que sí, que era la mujer mayor que aparecía ahí.
Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a contarme una historia.

-Hugo, hijo esto que te voy a contar era un secreto que juré llevarme a la tumba, pero en vista de lo que has vivido no lo puedo callar.
Aquella mujer que te visitó es tu abuela muerta, ella y su hija murieron en un accidente cuando tu eras un bebé.
La hija de aquella mujer es tu madre, al morir ella me informaron de tu existencia y que debía hacerme cargo, fue ahí que te lleve a mi hogar y te entregue a mi esposa para que te criara como a un hijo más.
Martha, mi mujer jamás pudo perdonarme esa infidelidad, no me permitía ser cariñoso contigo y por eso ella ha sido una madre tan estricta contigo.

Esta confesión me llegó al alma, sentía mucha tristeza, pero a la vez también felicidad aquella mujer no era mi madre, entendí que mi presencia era una humillación para ella, por eso era una mujer llena de odios y rencores y me alegre no ser parte de ella.

No alcance a hacerle preguntas a mi padre, ya que en ese momento ingreso Martha a la sala, con su mirada de odio como era habitual, hizo un par de comentarios desagradables como era de costumbre y luego habló de sus futuros nietos los  cuales si la llenarían de orgullo, según ella.

Luego de esto se llevó a mi padre el cual me dirigió una mirada de vergüenza agachando la mirada.

En ese momento me daban vueltas tantas ideas y recuerdos, se me venían a la memoria todos los castigos recibidos por aquella mujer que hizo mi infancia miserable, me parecía todo tan injusto, que culpa tenía yo de los errores de mis padres?
Porque hacerme pagar a mi, si solo soy un niño?
Luego de ésto me dormí por última vez.

Esa noche llegó mi abuela junto con mi madre, era la mujer de mis sueños, bañada en esa brillante luz, pero esta vez si pude ver su rostro.

Era la mujer más hermosa que había visto en mi vida, me tomó en sus brazos y me fui con ella en mi sueño.

Después de mi muerte Martha se sintió más aliviada, ya no tenía esa mirada de odio, esperaba con ansias la llegada de sus nietos.

Por mi parte yo soy feliz junto a mi madre y a mi abuelita ambas son muy cariñosas. Mamá dice que pronto seremos más y habla de una cuenta que debe ajustar.

A los días llego mamá con dos bebés curiosamente se parecen mucho Carlos, mi medio hermano.

Nunca hay que maltratar a un niño por hacerle pagar errores de otras personas, ya que todos poseen una madre que te puede cobrar la cuenta con lo que más amas, aunque ésta ya no esté en este mundo.

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