Capítulo III: A los dormitorios

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Al fin era sábado, las clases habían sido agotadoras, pero de alguna manera le había gustado más esa semana que todo el año y medio que hizo en Shiketsu. Toda la clase A había quedado impresionada ante lo prodigioso que resultó ser el bicolor, mostró un total dominio en las técnicas, en la memoria y la musicalidad. Bakugo se sintió amenazado y con el orgullo lastimado, tendría que esforzarse el doble para destrozar y superar al niño rico.

Ya había conocido parte de las instalaciones de la UA, y debía admitir que era bastante grande y lujosa, aún se seguía perdiendo entre pasillos, salas y auditorios.

Llegó el sábado a medio día con una caja en manos, una mochila y dos de sus hermanos para ayudarlo con sus cosas.

-Creí que vendría Natsuo, no tú.

-¿Acaso me quieres lastimar, idiota? Natsuo está en prácticas, ayer llegó a las 3 de la mañana y hoy salió a las 8, no seas desconsiderado con tus hermanos.- Dijo un pelinegro.

-Sabes que no quise decir eso.- Contestó el bicolor molesto.

-Uy, pero qué sensible.- Touya a veces podía ser muy fastidioso.

-Ya basta, Touya. Shoto debe estar cansado.- Habló su hermana.

Touya, quien tenía la costumbre de teñirse el cabello de negro o rojo, puso los ojos en blanco.

-Y bien, ¿cuántos amigos ya tienes, pequeño?- Volvió a hablar Touya.

-Sabes que ninguno.- Contestó frío.

Touya no lo diría, pero se preocupaba mucho por Shoto. Era testigo de lo mucho que se le dificultaba hacer amigos y, en general, estar con personas. No lo culpaba, cuando eran pequeños le hizo la vida imposible a su hermano menor desde que nació. Odió el día que se enteró que nuevamente sería hermano mayor.

Shoto se esforzaba mucho por llamar la atención de Touya, pero éste siempre lo ignoraba, le gritaba o lo hacía llorar. Fuyumi y Natsuo trataban con todas sus fuerzas de razonar con el mayor, pero era en vano y tenían que consolar a un pequeño bicolor casi todos los días. Aprendió a quererlo demasiado tarde. Una noche, escuchó como Shoto se levantó para tomar agua y lo siguió para asustarlo. Cuando iba a saltar, escuchó la voz aguda del menor, escuchó que le hablaba preocupado a su mamá. No tuvo tiempo de entender la situación cuando escuchó un grito estridente proveniente de su hermanito. Abrió la puerta desesperado, y ante sus ojos estaba su madre tirando del cabello bicolor hacia atrás mientras le tiraba el agua hirviendo del a tetera a la cara. Quedó paralizado del horror. Sólo alcanzó a gritar un "papá", pero ya no podía hacer nada.

Enji entró corriendo, siendo despertado por el alboroto y los preocupantes gritos. Su corazón dejó de latir cuando vio a su hijo más pequeño siendo lastimado. Tapó los ojos de Touya y lo sacó de la cocina. Llamó a Fuyumi y a Natsuo para que éstos marcaran a alguna ambulancia. Tenía que llevar a Shoto al hospital, pero no podía dejar a su esposa con sus otros hijos.

-Papá, me duele.- Shoto no dejaba de llorar.- Haz que me deje de doler.

Fuyumi se quedó con Shoto, abrazándolo fuerte para que no se tocara la cara y empeorara la herida. Natsuo estaba con Touya, quien no se movía de la impresión y respiraba agitadamente.

La ambulancia no tardó en llegar y atender a Shoto.

-No le afectará la visión, pero es probable que quede una cicatriz.- Dijeron los médicos.- El vendaje se lo debe cambiar cada día, aplicando el desinfectante, el antibiótico y una crema cicatrizante. Es normal que le duela, lo hará por bastante tiempo... En una semana vaya al hospital a que le revisen.

Esa misma ambulancia se llevó a Rei, su madre, hacia un hospital psiquiátrico, donde permanecería por mucho tiempo.

Shoto lloró cada día que le curaban la herida, algunas veces lo hacía Fuyumi, otras Natsuo y otra su padre, pero jamás dejó que lo tocara Touya. A la edad de 5 años, Shoto decidió no querer seguir buscando a su hermano mayor. Y, también a la misma edad, fue la última vez que lloró.

Entre los reflectores (bakutodo)Where stories live. Discover now