Una vida con ella

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Al día siguiente, Sarepta y yo nos mantuvimos muy ocupados, gracias a eso, pude distraer mi mente de lo ocurrido el día anterior

—¿Subirás con Diego? —preguntó apenas dirigiéndome la mirada sobre los lentes cuando me levanté, a la hora de las lecciones.

—Iré a ofrecerle disculpas —dije. Como hijo de la conciencia a mi mando, un Lancaster y personificación, sentí deberle una disculpa por mi infantil comportamiento.

—No tienes que disculparte si no lo sientes en realidad. No consientas los berrinches del niño, le darás más poder sobre ti —me exhortó—. Diego puede ser una pesadilla, pero en parte es culpa de su padre, quien lo mantiene al borde de sus pies para evitarle daños, no se da cuenta que tenerlo tan encerrado es lo que lo hace ser como es... no escuso al joven, sino que creo que los demás podemos encargarnos de que noté que no somos criados de su apellido.

—Pero ayer... Lancaster-sama se retiró de la mesa, ¿no es eso muestra de su descontento?

—Puede ser, pero acá entre nos: es más probable que se levantara por no soportar la vergüenza ante las tonterías del joven —divagó, agregándole una risita al comentario final.

—¿Y Marina?

—Jonathan, ella es la viva imagen de su madre, Lancaster-sama la consiente más de lo que consentía a mi difunta conciencia y señora Dolores, es muy probable que la joven Marina estuviera menos enojada si le hubieras cumplido el capricho a Diego y te lo callaras.

—¿Qué hago entonces?

—Trátalos como tus iguales, cumple con tu trabajo. Ninguna norma de tu contrato, "con su padre", dice que trabajas también para los hijos.

—Gracias, Sarepta.

—De nada.

Fui a la oficina que Diego compartía con Marina, ella estaba ahí pero apenas y me dedicó una desdeñosa mirada, y di mis lecciones, aun con las constantes risas burlonas de Zelan.

—Me gustaría hablar con usted mi conciencia, más tarde, ¿me permite visitarla? —preguntó Kira a Denisse antes de salir.

—Yo le llamaré Moon, pero no mantenga esperanza.

El timbre sonó a las 03:00 a.m., ya me había ido a dormir, salí creyendo que sería alguna emergencia, pero me encontré con Marina, llevaba dos tazas de porcelana, demasiado elegantes para su contenido: café negro, hecho para mantenerme despierto lo que restaba de la noche. Apenas dejó las tazas sobre la mesa de centro, se lanzó contra mí, invadiéndome la boca con un beso amargo, sabor a café, la rodeé por la cintura, eliminando los centímetros que aún quedaban entre nosotros.

—Marina, yo... lamento no contártelo antes —musité en su boca.

—Cállate, si vine es porque Sarepta me dijo que dejara de actuar como una niña —agradecí en silencio a mi supervisor hablar con ella—. Le pedirán otro tutor a Diego, ya no debes preocuparte por él.

Una época de pura felicidad se abrió ante mi después de eso: años dichosos de trabajar en Lancaster's. Visitaba la 21 para ver a Ramona por los menos una vez al mes. Lancaster-sama me asignó mis propias tareas cuando vio mis progresos. Al mismo tiempo, Diego seguía estudiando y formándose como una alta conciencia, teníamos nuestros roces de opinión de vez en cuando, pero nada grave o insoluble; amaba mis labores, me enorgullecía de mi equipo y la admiración a Adam Lancaster-sama creció casi tan grande que la que le tenía a su ex esposa. En lo profundo de mi ser, comenzó a crecer el deseo por dirigirlo todo, por comandar tan grande y glorioso monopolio, me esforzaba al máximo, sabiendo que el respeto también crecía en los ojos de Lancaster-sama.

Conciencias: ¿Más cerca de la utopía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora