Prólogo

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"Conciencias", como lo relaté en el prólogo de la primera parte de esta obra, inició un día común y corriente cuando imaginé el qué ocurriría si tuviéramos poderes mentales para detener incidentes como estar a punto de ser atropellados, pensé en que sería maravilloso.

Mientras escribía "La ruptura Dorado-celeste", me enamoraba cada vez más de cada uno de los personajes, uno de ellos es Jonathan, quien no estuvo tan presente como otros, no sé, como Diego, por ejemplo, quien es a todas luces de mis favoritos. Sin embargo, Jonathan es muy especial, porque él, junto con Aisha, son los únicos a quienes pensé que les gustaría contar su versión de la historia, ya sea de sucesos pasados, presentes o futuros de los que transcurren en la primera parte.

Eso desde el momento en que Jonathan apareció diciendo que estuvo en el primer atentado, lo supe, "este hombre tiene mucho que contar", me dije a mí misma. Él lleva como todos viviendo una vida de ensueño, pero es que todos lo alaban, dicen "Oh el rector Moon esto" y "Oh el rector Moon aquello", ¿de verdad será su vida tan perfecta?, me pregunté,  porque a pesar de tener todo a la mano, eso no significa que vayas a tomarlo o que alguien vaya a darte un diploma de doctorado así solo por tu linda cara, no, por esas cosas hay que esforzarse.

De eso trata la obra en esta ocasión, diligencia, esfuerzo, ¿cómo escalar a la clase social privilegiada? Esa que tiene cenas en smoking y fuma en pipa. Jonathan viene de lo bajo, que sin bien en Armélis no hay "bajo" como tal, si hay quienes tienen que cargar más peso, así como nosotros, claro que no será lo mismo ir a la escuela privada siendo el hijo del gobernador que siendo el becado.

También cabe recalcar que esta historia es un tanto más cruda que la anterior, hay puntos en que incluso pareciera un monólogo y uno muy triste, pero es que así es la vida, a veces te llueve sobre mojado, a veces en la vida adulta, uno solo quiere dar media vuelta y salir corriendo a brazos de mamá para que vuelva a hacernos el desayuno y no pagar la hipoteca nunca más. Y fui descubriendo al plasmar parte de la vida de Jonathan que, en ocasiones él quiso hacer lo mismo, era igual que todos nosotros, a pesar de estar en la cima, la cabeza le dolía, el alma le pesaba y, conforme yo traspasaba las visiones, en ocasiones me abrumaba tanto que quería intervenir y hacerlo sentir mejor. Pero escribir no funciona así, la vida de algunos personajes es complicada y enredada, uno solo puede buscar la punta del hilo e intentar no quebrar la madeja en el proceso, como con nuestra propia vida.

El proceso ha sido solitario y confuso, lento, porque a veces el trabajo me consume, pero aquí está y espero que disfruten leer, tanto como yo disfruté escribir.

Conciencias: ¿Más cerca de la utopía?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora