Capítulo 5 - Colores

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A Riley se le atragantó el estofado que le sirvieron en el comedor de la Facultad de Matemáticas

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A Riley se le atragantó el estofado que le sirvieron en el comedor de la Facultad de Matemáticas. Su mente estaba tan desmigada como el pan que flotaba en el caldo que poco a poco se quedaba frío. No tenía ganas de comer. Tenía ganas de montar el puzzle de su cabeza. El problema es que le habían dado piezas que ni loco podría encajar. ¿Sally? ¿Con Ethan Kaine? Sally era lista, divertida, risueña. Ethan, drogadicto, bocazas e imprudente. Era la clase de persona que su madre señalaría con el dedo para decirle a Riley que era una mala influencia, que mejor no se le ocurriera juntarse con él. Para colmo, entre los que le conocían de otros años se había ganado una reputación de apestado.

¿Con Sally? Pero si Sally y él...

—Si quieres puedes recalentarlo, Riley, pero no nos queda mucho rato.

—¿Qué? ¿Perdón?

Matthew, con quien estaba compartiendo un rincón de la mesa del comedor y de quien se había olvidado por completo, le estaba señalando el estofado con la cucharilla del postre. En la otra mano llevaba el teléfono, que mostraba una pantalla con mucho texto. Por suerte, Matthew también se había buscado una distracción y no se había molestado porque Riley le ignorara.

—Los microondas están ahí al fondo.

Daba igual, si tenía el estómago cerrado. Suspiró y apartó el plato.

Entonces recordó otra cosa que Matthew le acababa de decir.

—¿Que no nos queda mucho rato? Yo ya no tengo más clases.

—No, Riley. —Matthew guardó el teléfono—. Para la charla. Es en veinte minutos.

La charla LGTBIQ+ en la que Violet iba a hacer una pequeña presentación. No había parado de hablar de ello durante la cena del día anterior.

Riley recordó cómo ella se agarraba al brazo de Matthew, diciéndole que lo hacía por él.

—Ah, bueno, claro.

Riley se puso también en pie. No sabía si quería ir. No sabía si tenía realmente tiempo para algo que ni le iba ni le venía, pero tampoco quería hacerle el feo a esos chicos de su residencia que le habían aceptado en su pequeño grupo.

—Oye, Matt —le llamó para pararle.

—¿Qué pasa?

—Es que nunca he ido a una charla de ese estilo.

—¿Nunca has asistido a una charla de concienciación? —Matthew inclinó la cabeza, juzgándole con los ojos entrecerrados.

—¿De concienciación? —espetó Riley, de repente asustado.

Matthew alzó las manos para intentar calmar la situación.

—No es nada sectario, tranquilo. Nadie va a obligarte a que seas gay ni nada parecido. Es simplemente una forma de visibilizar al colectivo. Es un proyecto en el que Violet ha puesto todo su cariño y empeño porque siente la necesidad de hacerlo. La verdad es que a mí tampoco me van mucho estas cosas. Solo voy para escucharla a ella.

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