—¿Podrías quitarte de en medio?
Desde que se había despedido de su madre en Nashville en el aeropuerto, se sentía perdido. Estaba con los nervios a flor de piel y todo parecía molestarle. No le gustaban los cambios, pero a esas alturas era inevitable. Inevitable como que la vida te ponga piedras en el camino. Esta era una de ellas.
—¿Cómo dices, caramoco?
Riley Tobinski creía que la universidad implicaría dar un gran paso. Lamentablemente, alguien había decidido plantarse en su camino.
En medio de la escalera de la residencia había un chaval que debía de ser de su edad. No, de su edad no. No podía ser un novato como Riley, o estaría en su misma situación y no tirado en la escalera fumándose un porro. Si tuvieran la misma edad, iría con tres maletas a cuestas y llevaría el jersey más gordo y el abrigo puestos porque no había otra manera de llevarlos en el avión.
—Creo que me has oído perfectamente. Oye, en serio. ¿No ves que voy cargado?
El chico pareció levantar la vista por primera vez y fue cuando Riley se fijó en sus gafas de pasta. Contrario a lo que dijera la moda de 2018, ese chico no era un hipster. Su holgada camiseta estaba desaliñada, mordisqueada por las polillas y los pitillos oscuros, rotos por las rodillas.
No, no era un hipster. Cada prenda de su ropa parecía gritar "yo debería ser un pijama o un trapo".
El pelo negro le caía rizado en la cara. Las ojeras se hundían profundas en sus ojos amarillentos. Lo peor era el olor: el penetrante hedor del cannabis. Había invadido las fosas nasales de Riley y parecía tener intención de quedarse allí todo septiembre.
El chico se colocó sus grandes gafas y puso cara de no entenderle.
—Bueno, ¿y tú no ves que yo estoy muy cómodo aquí sentado? ¿No podrías rodearme, Caramoco?
No. Con esos maletones no podría pasar ni de puta broma.
Riley se llenaba de frustración con cada palabra que salía de la boca de ese chico. Hasta el tonito le estaba irritando. Definitivamente era un capullo integral.
—Oye, capullo, me estás empezando a cabrear —espetó Riley.
—¿A quién estás llamando tú capullo, Caramoco?
Era la tercera vez que lo decía y Riley sintió cómo le iba a reventar una vena de la frente de lo fuerte que estaba apretando la mandíbula.
—¡Se acabó! —sentenció Riley, que no iba a aguantar un insulto más—. ¡Levántate de una puta vez!
Para su sorpresa, el chico se incorporó con un resoplido de hastío y Riley descubrió que era más alto de lo que se esperaba. Por lo menos le sacaba una cabeza. Tras un breve momento de asombro, Riley continuó con su bravuconería.
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Magnum Delta
Misteri / ThrillerSally Perkins no está muerta y yo debo encontrarla. Es el mantra que Riley Tobinski se repite una y otra vez desde que su mejor amiga desapareció. Siempre tuvieron en común ese amor por los misterios y los crímenes que había que resolver, pero nunca...