Ethan Kaine era la clase de persona que no se pensaba las cosas dos veces. Le gustaba ser impulsivo y saltar a la acción. De hecho, estaba convencido de que ese era su mayor atractivo. A las pivas les molaba verle llegar, pisando fuerte.
También sabía utilizar su ingenio para sacar sonrisas y bufidos. Soltar coñas le era tan sencillo como el respirar, aunque la mayoría de veces que abría la boca provocaba más resoplidos que risas.
Sus amigos sí que se reían. Una pena que no le quedara ninguno.
Dejó la puerta abierta cuando entró a su cuarto con su nuevo regalito. Lo dejó bajo la almohada y se metió directamente en la ducha, con ropa y todo. Tenía toda la espalda llena de huevo, así que no le veía mucho sentido desnudarse. Cuando se sintió menos baboso, se quitó la ropa y se duchó de verdad. Gel 2 en 1 y listo. Dejó la ropa sucia y mojada en la ducha y se puso unos gallumbos y las gafas antes de salir del baño.
El pelo goteó sobre la moqueta mientras paseaba por su habitación. ¿Por qué tardaba tanto? Si él ya había terminado de ducharse. Resopló y se tiró en la cama, que más bien era un colchón en el suelo que se saltaba todas las normas del colegio. Total, ya nadie venía a su habitación. Nadie se daría cuenta y si se daban cuenta, tampoco le importaba.
Metió la mano bajo la almohada para recuperar su pequeño juguete: un móvil. Una pena que estuviera bloqueado. Abrió la única pantalla accesible: llamadas de emergencia. Jugando, puso su propio número de teléfono. Por probar, le dio al icono de llamada.
Un zumbido le hizo dar un respingo. Alzó la vista y vio su propio teléfono en la mesa del televisor, vibrando con una llamada entrante.
Dejó el móvil nuevo en la cama y se acercó al de la mesa. Cogió la llamada:
—¿Holo? —Se rió por la nariz al oírse desde la cama.
No le hizo tanta gracia cuando los micrófonos se empezaron a acoplar con un chirrido creciente e insoportable.
Colgó con un ojo guiñado, molesto. Miró su móvil un instante, con la pantalla llena de cristales rotos, y luego lo lanzó a la cama con hastío.
Desde ahí, podía ver el pasillo. Había dejado la puerta abierta. ¿Es que le daba igual haber perdido el teléfono?
Ya se había rendido cuando, de repente, escuchó un golpe en el marco de su puerta. Se tapó el cuerpo semidesnudo con los brazos, pero más que por vergüenza, como un acto reflejo por el susto.
—Ahí estás, Ethan Kaine. ¡¿Tú me has robado el puto móvil, gilipollas?!
Riley Tobinski era pequeño, pero tenía los pulmones más grandes de la residencia. Podía alcanzar agudos propios de un castrati si se lo proponía cuando gritaba.
—¡¿Pero qué te pasa conmigo?! ¡¿Qué te he hecho?! ¿Dónde está? —le siguió increpando, entrando sin permiso y sin reparos.
Ethan no podía caber en sí de gozo. Su plan había salido a la perfección. Se relamió el labio inferior y luego se lo pasó por los dientes de la emoción.
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Magnum Delta
Mystery / ThrillerSally Perkins no está muerta y yo debo encontrarla. Es el mantra que Riley Tobinski se repite una y otra vez desde que su mejor amiga desapareció. Siempre tuvieron en común ese amor por los misterios y los crímenes que había que resolver, pero nunca...