Capítulo 12 - Conejos

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El pasillo del Edificio Azul de la residencia de estudiantes estuvo en silencio hasta que dejó de estarlo

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El pasillo del Edificio Azul de la residencia de estudiantes estuvo en silencio hasta que dejó de estarlo. Alguien abrió la puerta de la entrada, sin hacer apenas ruido. Varias pisadas más siguieron las de la primera persona. Las luces no se encendieron, así que usaron linternas para iluminar su camino. El vaivén de luces arañaba las paredes de los pasillos hasta que tomaron una decisión.

Despacio y en silencio, se acercaron a la primera puerta que había en el pasillo de la izquierda de la planta baja. Alguien se rió con nervios y diversión y otro alguien, censurado por algo que ocultaba su rostro, le mandó callar poniéndose el dedo índice en la boca. El resto de sus dedos cogían unas llaves que tintinearon en su mano.

La mano se giró hasta el picaporte e introdujo la llave en la cerradura de la puerta 107. Con un click, la habitación de Riley quedó a merced de quienes se habían colado en la residencia.

Dos sombras, recortadas por la tenue luz de la luna, aparecieron en el umbral de la puerta mientras ésta terminaba de abrirse. El edificio era relativamente nuevo, y las bisagras aún hacían su función sin emitir ningún ruido, algo que le proporcionó a Riley unos segundos más de descanso.

Las figuras se adentraron en la habitación, y la sombra callada frenó a la sombra divertida antes de que se lanzase a la cama para despertar al novato. Se señaló a sí mismo, haciéndole ver que él se ocuparía. La sombra que reía se apartó, algo disconforme, pero no intervino.

Riley despertó entonces con una sacudida que agitó sus pensamientos y sus nervios. Notó el pulso firmemente acelerado, su cuerpo había pasado de cero a cien en un segundo.

—¿Qué cojones? —su voz sonó entrecortada por la angustia que sintió de pronto. Lo primero que vio en la noche fue una figura blanca que lo hizo gritar. La persona que lo agarraba tiró de él para sacarlo de la cama mientras él se revolvía, y con la luz de la ventana pudo ver la máscara blanca que cubría su cara. Tenía dos apéndices que sobresalían por encima de su cabeza y dos agujeros negros por donde, quizá pudiese ver a Riley, pero Riley no podía ver sus ojos. No pensó que la máscara de un conejo pudiese ser aterradora hasta ese momento.

—Por favor, suéltame. —le rogó, pero el conejo lo arrastró por la moqueta, sacándolo al pasillo en pijama.

Riley sintió el terror removiéndole las tripas y haciendo que le temblaran las piernas. No sabía qué iban a hacer con él los Magnum Delta ahora, pero nunca podía esperar nada bueno. Riley vio a otro conejo junto a su puerta, la cuál cerró, y después lo perdió de vista mientras su captor lo arrastraba por el pasillo. Él no vio otra opción, y pidió ayuda a gritos. Así, al menos, alertaría a otros novatos y, con suerte, alguien saldría a ayudarle.

Pero nadie acudió a su llamada mientras el conejo lo sacaba fuera, frente al edificio azul de la residencia de estudiantes. Allí había otros dos conejos, y a su lado otras dos personas en pijama. Una chica de cabello largo abrazaba sus brazos, con frío y resignación. El otro era un chico más alto que él, molesto, posiblemente con que lo hubiesen arrastrado fuera de la cama. El captor de Riley le hizo caminar hasta ellos y ponerse a su lado. Después le sujetó el hombro cuando intentó retroceder. Riley no tenía intenciones de quedarse.

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