Tic, tac, tic, tac. Había dos posturas que, posiblemente, valían para marcar la diferencia en la actitud de un profesor con su clase en el primer día, que se basaban en un mismo factor: el tiempo. Los profesores despreocupados, los que estaban cansados de la vida o, simplemente, los que querían establecer una buena relación con sus alumnos, dejaban que se marcharan en cuanto terminase su presentación, puede que amena y directa. Los otros eran otro grupo que podía abarcar a este mismo tipo de profesores, pero además había algo que los hacía diferentes y más mortales: su amor por las normas. Esos profesores que se ajustaban al horario, daba igual lo sustancial que estuviese siendo su clase, eran los más peligrosos. Y para desgracia de Riley Tobinski, el profesor de Derecho Empresarial, la última clase del día, era de esos. Contaba los minutos en el reloj del fondo de la clase para poder salir de allí, sabiendo que esa asignatura iba a ser el infierno.
Por gracia, también, cuando uno se aburría, su mente se veía con derecho a vagar con libertad entre esa telaraña que suponía la mente. En ese momento Riley evocó máscaras blancas, ojos negros mirándolo con profundidad y oscuridad, y un bocazas alzando la voz por encima de la rígida calma de los demás. Ethan Kaine era un capullo como un camión de grande. Lo había demostrado todas las veces que se había cruzado con él: a su llegada, en el comedor, y esa mañana.
Riley sentía ganas de empezar las clases ese año. Una vez eliges lo que quieres hacer, es más fácil entregarte a ello. Eso es lo que llevaba pensando desde que mandó su solicitud a Blackwood. La primera clase era en el Aula 2 del edificio de Matemáticas: Economía de la Empresa. Básico y directo, imprescindible para cualquier rama derivada de su carrera.
Matt le había indicado el camino a la facultad que compartían, pero no lo acompañaba porque empezaba una hora más tarde. Así que, cuando se encontró en el primer punto de referencia del camino, paró.
Se encontraba frente al edificio de Administración y Reprografía, donde podía verse un enorme tablón de anuncios exterior. Alguien parecía querer colgar un aviso cuando pasó por su lado. Mientras, Riley consultaba las indicaciones desde el móvil, pensando en que tendría que haber intentado llegar el día anterior para no perder tiempo. Entonces, oyó el inconfundible sonido del papel rasgarse, y eso le hizo girarse.
Como no, Murphy se presentaba de nuevo con su estúpida ley a torcerle la mañana. La persona que estaba frente al tablón de anuncios no era otro sino el puñetero Ethan Kaine, que había arrancado un papel, y ahora se disponía a arrancar el segundo. Riley quiso ignorarlo con todas sus fuerzas para seguir con su vida, pero entonces lo vio.
El cartel que Ethan estaba a punto de arrancar con sus dedos tenía una foto en el centro del folio, bien grande, con el rostro de una chica risueña en blanco y negro. No pudo ver mucho más antes de que el papel volase del sitio hacia el montón que el capullo llevaba en su mano, pero le bastó para acercarse a zancadas.
—¿Qué cojones es eso? —le increpó, invadiendo su espacio en cuestión de un segundo.
Ethan se sorprendió al verle tan cerca de repente. Ni le había notado porque llevaba unos auriculares puestos.
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Magnum Delta
Misteri / ThrillerSally Perkins no está muerta y yo debo encontrarla. Es el mantra que Riley Tobinski se repite una y otra vez desde que su mejor amiga desapareció. Siempre tuvieron en común ese amor por los misterios y los crímenes que había que resolver, pero nunca...