Veinticuatro

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A pesar de los problemas que rodaron alguna vez en la vida de Louis y que lo hicieron sentir bastante mal durante mucho tiempo, siempre se mostró fuerte y trato de ser feliz.

Pero se dio cuenta que realmente lo era al tener a Harry en su vida, primero como un simple conocido, luego su amigo y después su novio, su omega, él era su felicidad.

Y al verlo ahí, tan pequeño y bonito no podía creer que realmente estuviera con él, y que ahora estuvieran unidos por una marca en su cuello, aunque aún faltara la marca en el rizado.

— ¿Soy o me parezco? — Preguntó el mayor, al ver que Louis no había dejado de mirarlo por un buen rato.

— Creo que si eres, mi Harry no suele ser tan cariñoso.

— Claro que soy cariñoso — Dejó su libreta a un lado y se acercó gateando por su cama hasta el ojiazul —Soy muy cariñoso. Déjame verla — Pidió, acercándose a su cuello.

— La acabas de ver — Le sonrió.

— Pero quiero otra vez, anda — Rogó, abriendo un poco la sudadera del menor para descubrir la marquita, curada, con la perfecta silueta de sus dientes pequeños y de un tono rosado.

La besó y la admiró cuantas veces quiso, tomando a Louis por la cintura para recostarlo y quedarse encima, el ojiazul mantenía sus ojitos cerrados y la cabeza ladeada para darle a su novio la comodidad de darle atención a la marca, sabía que estaba orgulloso de su creación.

— ¿Cómo se ve hoy?

— Bonita, igual que siempre — Dejó un beso sonoro — Y hueles más, ¿Sabias?

— No sabía — Ronroneo, al sentir las manos tibias de Harry meterse bajo su ropa — ¿Cómo es?

— Tu olor de siempre, pero también hueles a mi, siempre hueles a mi desde ese día. Me vuelves loco.

Louis sintió una pequeña mordida sobre la marca, lo que hizo que apretara a Harry a su cuerpo por el escalofrío y la punzada que le dio.

No había podido sacarselo de encima desde el día que lo marcó, siempre quería olerlo y besarlo o reabrir la cicatriz, cosa que no lo había dejado aún por qué sabía que necesitaba cuidados de su parte y no podía verlo todos los días, aunque se muriera de ganas por qué lo hiciera.

— O-oye, espera, creo que alguien vie-...

— Harry ¿por qué no han bajado a...?

La pregunta de Anne quedó en el aire al ver a los omegas removerse rápido sobre la cama, y con Louis tratando de abrigarse el cuello.

— ¡Mamá! ¿Por qué no tocas? — Chilló el rizado, con sus mejillas coloradas y sin encontrar un lugar donde meterse.

— ¿Y tu por qué no cierras la puerta?

— Bueno es que... No estábamos haciendo nada.

Miro por encima de su hombro a Louis, que ya se había acomodado de nuevo el suéter y se cubrió la marca, aún no se lo decían a nadie.

— Claro — Su madre los miró con una ceja alzada, el novio de su hijo no era muy discreto y ya sabía desde hace días lo que ambos ocultaban, pero les daba ese espacio de que se lo dijeran cuando estuvieran listos — ¿Cómo va la tarea?

— ¿Tarea? La tarea... Ah, si, va bien mami, ya casi terminamos — El rizado le enseñó su libreta en blanco y Anne solo aguanto la risa.

— Ya me voy, les dejé comida en la estufa — Se giró para salir — ¡Y cierren esa puerta!

Ambos omegas soltaron aire y se relajaron, Harry se puso de pie para ir a cerrar la puerta.

— Por poco y nos descubre — Murmuró Louis, aflojando de nuevo el suéter que lo sofocaba por los nervios.

little cuddless • omegaverse Donde viven las historias. Descúbrelo ahora