Cap. 20

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Luego de unos veinticinco minutos conduciendo por fin llegamos a la casa de los padres de Jimin. Empecé a ponerme nerviosa y él lo notó.

— Hey, mírame. — me tomó de la barbilla y con seguridad me habló. — Tranquila, todo saldrá bien, ¿ok?

— Pero ¿Y si no es así?

— Será así, no te preocupes. — dejó un suave beso sobre los labios y sonrió. — ¿Vamos?

Asentí algo insegura, luego de abrir la puerta del auto y verlo frente a mí bajo un paraguas salí de éste tomada de su mano. Los dos caminamos hasta la entrada de la casa, Jimin tocó el timbre y luego de unos segundos un señor abrió.

— Hola papá. — Jimin lo abrazó en cuanto lo tuvo en frente. El señor le correspondió con una sonrisa.

— Tiempo sin verte.

— Lo mismo digo, no has cambiado nada. — los dos rieron.

— ¿Y qué hay de ti? Te ves de veinte.

— No me siento así la verdad, pero gracias. — Jimin me miró luego del señor hacerlo. — Ah, papá, te presento a Mérida, mi pareja. Mérida, mi padre.

Extendí mi mano para estrechar la de él, él me miró algo extraño, confundido, no obstante, aun así, la estrechó.

— Mucho gusto señor. Es un placer conocerlo. — dije sonriendo mientras trataba de ocultar los nervios.

— Mucho gusto. — él sonrió. — Adelante, pasen.

Los tres entramos a la casa, Jimin dejó a un lado de la entrada el paraguas y me miró.

— Ah, tienes que dejar las... — señaló mis pies. — Ya sabes, cultura y tradición. — susurró.

Los dos sonreímos. — Cierto, se me olvidaba.

Me agaché para quitarme las zapatillas, Jimin me ayudó con la otra y me pasó unas que usan en la casa. — Gracias. — besé su mejilla y entramos a la sala donde nos encontramos con su madre y hermano.

Todos se quedaron mirándome en silencio, me sentí algo incomoda. Jimin me tomó de la cintura y me sonrió brincándome con esas señales, seguridad. Los dos nos adelantamos hasta donde ellos, sonreí tratando de estar calmada.

— Buenas noches familia. — Jimin tratando de romper el incómodo silencio se acercó hasta ellos dándoles un abrazo.

— Cariño, estás aquí. — le dijo su madre cerca del oído mientras correspondía a su cálido abrazo.

— Estoy aquí madre. — los dos se separaron y mirándose sonreían. — ¿Todo ha estado bien?

— Todo marcha bien, pero cuéntame, ¿tú cómo has estado? Estás más gordito, solo mira esas mejillas, están grandes y tornadas de su rojo natural. Te ves muy bien.

— He estado muy bien también. Con mucho trabajo y algo ocupado, pero bien.

— Bueno, así es la vida de un cantante, ocupada y con poco tiempo libre pero lo importante aquí es que estás bien.

La madre de Jimin me miró, su mirada parecía decir algo, pero no sabía bien lo que era. Quisiera haber podido tener la habilidad de leer la mente, pues no se veía muy contenta con mi presencia.

— Tomemos asiento. Mérida, ven aquí. — me acerqué despacio, Jimin tomó mi mano colocándome a su lado. — Madre, ella es Mérida, es mi pareja.

— Ah, ¿sí? — Ella estrechó mi mano. — Mucho gusto en conocerte, Mérida.

— El gusto es todo mío. — sonreí. — Jimin me ha hablado mucho de ustedes. Tenía muchas ganas de conocerlos.

Melodías del corazón || PJM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora