Mientras tanto... Narra Mérida:
Son las seis y treinta de la mañana, me desperté unos minutos antes por la costumbre de la alarma.
La alarma. Mi celular. Mi bolso. Jimin. Esas cuatro cosas pasaron por mi mente, recordé que mi bolso con todo lo que necesitaba estaban en el auto de Jimin. Lo había dejado ahí antes de entrar a la casa de sus padres. Sus padres. Mala noche. Malos recuerdos. Golpee mi rostro con la almohada que siempre uso para abrazar, no sabía qué hacer, no tenía como comunicarme con Jisoo, ni con el supervisor, ni con Jae Sang.
Me levanté de la cama de golpe y aproveché la hora que me faltaba para bañarme y arreglar todo. Había tomado una decisión ayer luego de lo sucedido, era muy precipita, pero estaba ya tomada y no había vuelta atrás por más que quisiera. Una vez que salí del baño, me vestí con algo ligero y acomodé las maletas cerca de la puerta la cual sonó. Me quedé mirándola, extraña y confundida.
— ¿Quién?
— Soy yo, Jae Sang. — abrí la puerta en cuanto lo escuché y me encontré con el chico alto frente a mí. — ¡Buenos días! ¿Qué tal amaneciste hoy? — miró accidentalmente al lugar en donde estaban las maletas y me miró. — Pregunta: ¿Por qué están tus maletas ahí?
— Hola, buenos días. Estoy bien, gracias por preguntar. ¿Me prestas tu celular? Por favor.
— Está bien. — me miró extraño, confundido, sin embargo, aun así, me lo prestó.
— Gracias.
Busqué entre sus contactos el mío y le marqué a mi número con la esperanza de que Jimin respondiera. Un tono. Dos tonos. Tres...
— ¿Hola?
— Hola, soy yo.
— ¿Mérida?
— Si, Mérida. Este... Bueno, ya sabes que dejé mi bolso en tu auto, ¿Estás ocupado? Necesito que lo traigas.
— Ah, claro que puedo llevártelo. ¿Todavía estás en el hotel?
— Si, te espero.
— Está bien, ya voy de camino. Hablamos.
Y colgó. El pelinegro se escuchaba emocionado, algo entusiasmado, era muy probable que fuera por mi llamada.— Toma, gracias.
Le entregué el celular a Jae Sang, el chico se quedó mirándome curioso. Di media vuelta y caminé hasta la cama donde tenía la mochila, la tomé y la coloqué sobre las maletas.
— ¿No me vas a responder la pregunta que te hice hace unos minutos?
— ¿Cuál? — No dijo nada, solo señaló las maletas y me miró. — Ah, eso. Me regreso a Seúl. Hablaré con el señor Bang y le diré que renunciaré al trabajo.
El castaño me miró asombrado. — ¡¿Qué?! ¿Acaso estás loca? ¿Por qué harás eso? — me cuestionó ansioso.
— Porque quiero. Porque puedo y porque me da la gana. — dije indiferente.
— Es por lo de Jimin, las acusaciones y las redes sociales, ¿Verdad? — No respondí ante eso. — Es por eso, lo sé. Y te digo que no tienes que renunciar a lo que te gusta por algo como eso. Es tu trabajo, lo que te gusta hacer, no puedes solo irte, así como así.
— Pues mira como lo hago. — tomé las maletas, coloqué la mochila sobre mi espalda y lo miré seria. — La decisión ya está tomada, ahora por favor y si quieres, ayúdame a bajar estas maletas, ¿sí? Necesito que me lleves a la estación de tren.
— Pero...
— Por favor.
— Está bien. — No dijo nada más, tomó las maletas y me las llevo hasta la salida del hotel donde estaba estacionado su auto y luego de entrarlas me miró. — Estás segura de lo que estás haciendo, ¿Verdad?
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Melodías del corazón || PJM
Fanfic¡Sin corregir! Mérida, una talentosa diseñadora, decidió viajar a Corea del Sur para encontrarse con su amiga coreana, sumergirse en la cultura y perfeccionar su dominio del idioma. Mientras exploraba las calles de Seúl, tuvo la oportunidad de cono...