Capítulo 22

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Después de que Iván me contó todo aquello supe que su historia me era tan familiar.

Pude sentir lo que él sintió esa noche y todos los sentimientos que lo invadieron al descubrir la verdad porque yo pasé por lo mismo.

El dolor de saber que la persona que más amabas te traiciona y debes tomar la decisión de alejarte para mantener tu orgullo y tú bienestar es algo difícil de hacer.
Ver cómo tus planes a futuro se desarman como un rompecabezas que te costó mucho construir es algo algo que no le deseo a nadie.

—¡Susan! ¿Qué pasa? ¿Por qué lloras?— dice tomando mi rostro entre sus manos y en su mirada se ve su preocupación.

—¿Estoy llorando?— cuestiono sin darme cuenta de en que momento mis lágrimas comenzaron a brotar.— Lo siento, no sé que me pasó.

Él me abraza y doy un brinco de la sorpresa

—No te disculpes, tú tienes el derecho a llorar todo lo que quieras— dice acariciando mi cabello.

El nudo en mi garganta se hace más grande y sin pensarlo, dejo salir un sollozo aferrándome a su camisa.
Por extraño que parezca me sentí segura de mostrarme débil ante él, me sentí pequeña y libre apenas él pronunció esas palabras.

Como si estuviera esperando a que alguien me dijera que podía llorar sin sentir culpa después.

Entre mi llanto sentí que él también lloró, pero fué silencioso, intentando mantenerse estable tal vez por mí.

[...]

El sonido de la puerta me hizo despertar.
Las cortinas estaban cerradas impidiendo la entrada del sol y sonreí aliviada.

Me senté sobre la cama y miré al reloj a un lado de la cama que marcaba las 7 de la mañana.
Sentía mis párpados pesados y entonces recordé lo que pasó la noche anterior.

Cierto, estuve llorando hasta que me quedé dormida.

Un sentimiento de vergüenza me invadió al pensar la carga que fuí para Iván; verme llorar y las cosas que pude haber dicho en mi llanto. La molestia que tuvo que haber pasado al tener que cargarme dormida hasta la cama y arroparme como niña pequeña.

—Por qué siempre tengo ser así frente a él — murmuré poniendo mi cara en mis rodillas. Estaba muy apenada.

El sonido de un mensaje entrante me hizo estirar la mano y ver de quién se trataba.

Mis bandeja de mensajes estaba llena, algo que no había visto en mucho tiempo.

Tenía unos 20 mensajes de Melissa y de mi madre, otros eran de su hermano Dylan quien solo saludaba e incluso había mensajes de Zara.
Pero entre todos ellos, el que se encontraba en la cima era el que me hizo sonreír.

Iván:
Hola, salí temprano al trabajo y
no quise despertarte. Te veías cansada.
Te recogeré por la noche para ir al evento
que prometiste acompañarme.
Debes verte más hermosa de lo que ya eres ¿ok?
Nos vemos y no olvides desayunar.

Abrí lo ojos al leer lo último y salté de la cama.

—¡Ay no!— exclamé buscando mi maleta.

Había olvidado por completo que acepté acompañar a Iván a un evento por la noche y ni siquiera pensé en si traía algo adecuado entre el monto de prendas.

¡Dios, espero haber traído algo!

Busqué con la esperanza de que algo digno de una dama de la realeza apareciera pero no, solo había ropa que una vagabunda hippie como yo usaría.

Bueno, exageré un poco. Ya saben que yo traje mi mejor ropa.

Pero nada que fuera ideal para dicho evento.

—¡Por qué me pasa esto a mí!— exclamé mientras agarraba mis cabello con frustración.

Debí haber pensado mejor a la hora de aceptar pero claro, mi curiosidad era más grande.
Miré nuevamente la maleta y solo me estresé más al ver el desorden.

¿Debería ir a comprar ropa?

Voltee hacía la ventana y noté que aunque estaba nublado, no parecía que nevara. Por qué ir de compras no era mala idea después de todo.

Suspiré y me dije a mi misma que podría hallar una solución a tiempo.

Mi estómago gruñó de hambre— Primero comamos y después pensamos— dije encaminandome a la cocina.

Busqué algo en el refrigerador para hacerme un desayuno rápido y mientras se cocinaba, me preparé un poco de café.
Estaba por dar un sorbo cuando llamaron al celular y corrí a la habitación antes de que la llamada fuera desviada.

—¿Hola?— contesté

—Hola, ya estás despierta— habló alegremente Iván— ¿Cómo te sientes?

—Mucho mejor

—Me alegra escuchar eso— dice y sentí que él estaba sonriendo al otro lado de la línea.— Bueno, yo solo llamaba ya que ví que no respondiste y pensé que estabas molesta, pero como veo que no es así, creo que podré seguir mi trabajo más tranquilo.

—Oh lo siento, olvidé responder.

—No es para tanto así que no te disculpes— suelta una carcajada— Entonces nos vemos más tarde, ¿te parece?

—Claro... Este yo...— tragué saliva— ¿A qué hora? Ya sabes, quiero estar lista.

—Mmmm... A las 9 estaría bien.

—Ok. Entonces nos vemos a las 9.

—Hasta entonces Susan— dice antes de colgar.

Miré la hora nuevamente y noté que había pasado ya una hora desde que desperté, por lo que me quedaban unas 13 horas para solucionar mi problema de vestuario y aún no sabía que hacer.

¡Por qué tenía que ser mujer!

Volví a la cocina con el celular en manos y tomé mi desayuno junto con una taza de café ya fría.

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