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El chico volvió del cuarto después de llevar la cajita a la mesa de luz de su dueño

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El chico volvió del cuarto después de llevar la cajita a la mesa de luz de su dueño. Las verduras para la ensalada lo esperaban mientas su chef favorito presumía su espalda inmensa con ese delantal que resaltaba todo lo que había que resaltar. Corría riesgo de cortarse un dedo, pero no podía dejar de mirar mientras cortaba las hojas verdes.

De pronto ya no estaba tan entusiasmado con la cena, incluso si olía delicioso. Tampoco le importaba demasiado el tenue dolor en sus músculos después de entrenar. Tenía demasiado en su mente. ¿Cuál había sido la última vez? ¿Era capaz de recordarlo? No, no estaba seguro. El recuerdo era como una mancha oscura en su mente y la sensación en su pecho le dijo que dejara de intentar traerlo.

Sacudió su cabeza y se preguntó si sería capaz de hacerlo, de disfrutarlo. No podía vivir otra situación como cuando GeonHak le había mencionado su propio nombre. No podía huir de nuevo, no quería dejarlo. Pero, aunque sus recuerdos estaban manchados y heridos, él sabía una cosa con seguridad: en esa situación, solo tenía que dejarse llevar y él estaba listo para eso. Sabía adaptarse y había aprendido a la fuerza a hacerlo.

Los dos comieron la cena con la cabeza en algún caliente y húmedo océano de expectativas para esa noche. Las miradas eran intensas, sus gargantas tragaban con apuro la comida y hasta parecían necesitar más agua de la normal. Cuando los dos dieron por terminado el intento de fingir que tenían hambre de comida y apartaron sus platos, el chico fue el primero en levantarse del asiento y juntar las cosas en una larga pila.

— Voy a ducharme —dijo el hombre, haciendo que su voz suene como un susurro bajo y caliente para el chico que por poco no dejó caer las cosas con la sola idea que se formulaba en su mente. Por un lado, su cuerpo desnudo bajo el agua; por otro lado, que se había duchado antes de salir del gimnasio.

Sonrió en su camino a la cocina mientas su mente ataba cabos y como si las piezas cobraran un orden milagroso, creyó entender el mensaje entre líneas. La respuesta instintiva de su cuerpo fue arder de deseo mientras se distraía enjuagando los platos para lograr aguantar la corta espera. No había experimentado ese tipo de urgencia en mucho tiempo, ni siquiera una mínima necesidad. Casi no reconocía en sí mismo ese estado, sentía que su cabeza actuaba como por un instinto animal. Quería ir directo al baño, entrar en la ducha con él y arrastrarlo a la cama sin esperar un segundo más.

Se fue al cuarto luego de apagar todas las luces. El pulso le temblaba y su pecho estaba levemente agitado. Aun así, no se sentía nervioso y eso, en parte, le asustaba un poco. No quería pensar en ese pasado que sabía que tenía, no quería recordar nada que le provocara dolor. Su mente había construido fortalezas que él sabía que no debía romper. No lo hizo, no se dejó llevar por la curiosidad. Si algo en su pasado le daba seguridad de que podía hacerlo bien, entonces solo confiaría en esa corazonada. Era mejor sentirse totalmente libre mientras tomara cada pequeña porción de ese hombre bajo sus manos, su boca y su piel.

Cuando el hombre puso un pie en su propio cuarto tuvo que contener la respiración por un segundo. A pesar del clima frío afuera, ahí dentro, la temperatura parecía estar en un microclima. Y no, no era solo por la estufa que seguía encendida, sino porque el chico sentado en el final de la cama, con sus piernas semiabiertas poniendo a prueba la capacidad del pantalón deportivo que le ajustaba bastante. Su torso desnudo como si no fuera consciente de los copos de nieve cayendo contra la ventana y sus labios carnosos brillando más que nunca. Pero lo que más le impactaba era esa mirada intensa bajo los mechones oscuros, ligeramente ondulados.

El chico de la calle | SeoDo | ONEUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora