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El Halloween terminó llegando a South Park. Pareciera que tan solo hace unos días la primavera reinaba en el pueblito montañés, pero ahora el otoño regía con sus hojas doradas. Ya era tarde noche. Las temperaturas estaban bajando y algunos niños ya comenzaban a salir disfrazados a las calles para reunirse con sus amigos.

Pero los niños no serían los únicos que se divertirían esta noche. Pues, en una vieja cabaña dentro del bosque, Tolkien organizaría una fiesta de disfraces. Stan había conseguido que su padre le prestara la camioneta, tras haber hecho más de una tarea pesada en la granja. Se estacionó frente de la casa de los Broflovski e hizo sonar el clackson, avisándole así a súper mejor amigo que había llegado a recogerlo.

— ¡Dulce o truco!

Gritaron un grupo niñitos de disfrazados que caminaban por el medio de la calle y que malosamente arrojaron un huevo a la ventana del copiloto. Salieron corriendo entre risas.

— ¡Jódanse mocosos!

Gritó Stan asomándose a través de la ventana del piloto, apuntándolos con su tridente. El pelinegro en esta ocasión se disfrazó de Poseidón.

—Déjalos, Stan. Son solo niños, se están divirtiendo.

Comentó Wendy sentada en el asiento del copiloto, mientras se maquillaba. Ella venía disfrazada de Anfítrite una nereida y diosa del mar tranquilo, o también conocida como la esposa de Poseidón. Por esta ocasión decidieron usar un disfraz en pareja.

—No dirías lo mismo si la ventana hubiese estado abajo —suspiró Stan volviendo a su asiento —. Ahora tendré que lavar esta vieja camioneta.

—Cielos, Stan. Si sigues así de cascarrabias las barbas postizas que llevas puestas se terminarán uniendo a ti piel de verdad.

Se burló Kenny, quien iba sentado en el asiento trasero. Él iba con un disfraz algo improvisado de un cyborg.

Segundos después llegó Kyle disfrazado de vaquero con un sombrero verde. Subió al asiento trasero y se disculpó por la demora. Siempre cuando él salía de fiesta (lo cual no era muy frecuente) su madre le exponía una larga letanía, que ya se sabía de memoria, pero que estaba obligado a escuchar si es que quería poner un pie fuera de la casa.

No le dieron mucha importancia, pues sus amigos ya conocían dicha situación y como era la señora Broflovski. Procedieron a pasar por el resto de sus amigos.

— ¿Y Butters? —preguntaba Kyle al Cyborg que estaba sentado a un lado de él.

—En casa de Cartman. Pasaremos ahí por él —respondía Kenny —. Dijo que tenía que ayudarle con algo.

— ¿Y cómo han ido las cosas con él, Kenny? —preguntó Wendy curiosa y aprovechando la oportunidad de que salió el tema.

A mediados de agosto, después de mil vueltas, Kenny y Butters habían finalmente confesado sus sentimientos mutuos. Desde entonces se habían vuelto novios y eran toda una novedad en el pueblo e instituto, ya que para muchos fue una gran sorpresa. La revelación del año.

El cyborg confesó que la relación iba de maravilla y que no habían tenido muchos problemas; que Butters era sumamente atento y lindo. Wendy estaba enternecida con los comentarios de Kenny y como este se expresaba tan tiernamente de su pareja. Por lo mismo, de vez en cuando durante el trayecto, soltaba un par de indirectas a Poseidón de que deberían mejorar su relación.

A Kyle también le parecía que la relación entre Kenny y Butters era muy bonita, envidiable. Desde que ellos se confesaron y formalizaron su relación, Kyle había estado un tanto decaído. No porque le molestara que sus amigos fuesen pareja, si no porque le deprimía el hecho de que su círculo de amistades él era el único que no había conseguido concretar una sola relación.

Luna de Fresa Donde viven las historias. Descúbrelo ahora