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El cielo gris como su pobre corazón roto, lloraba con fuerzas esperando que alguien lo calmase. Que alguien lo ayudase.

El frío viento le daba un toque especial a esa noche. El día oscuro hacia referencia a lo que iba a suceder.

Los mortifagos entraron dentro del castillo.

Haciendo todo añicos a su alrededor. Como si de un juego de críos se tratase. Sus se escuchaban al igual que lo gritos de miedo de los estudiantes. Todo estaba mal.

Sujetando fuerte la varita intentado no fallar. Necesitaba ser útil  no podía ser como su padre. No. Sabía que potter lo está a viendo y que lo escucho todo, pero no le importa. Eso no es significante para él. Su única fuente de atracción es el viejo director que está enfrente suya sin ningún tipo de arma para defenderse recibiendo con los brazos abiertos a la muerte como si fuera su amiga.

El rayo verde se vio por toda la habitación.

La maldición se escucho perfectamente.

Gritos, gritos y más gritos se escuchaban. Habían conseguido su misión. Las luces apagadas. El frío viento calaba en sus huesos, la oscuridad del castillo no ayudaba a su ansiedad. Iba detrás de todo el grupo de locos. Sentía a alguien siguiéndole.

Alguien le sujeto del brazo.

-Tienes una salvación...-Las palabras se escuchaban lejanas. No estaba siendo consciente en ese momento.
Decidió seguir a esa persona que le ofrecía su ayuda como si fuera un salvavidas. En todo caso se aferraría a aquella persona.

La lluvia dejó de caer fuera... parecía que se había calmado un poco la tormenta.

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