CENTURIAS MÁS TARDE
La noche era iluminada por una luna roja, una sombra apenas perceptible indicaba que se trataba de un hombre ataviado con una larga túnica negra, este se movía por el sinuoso camino. Sus cansados pies mostraban su largo andar, sus dedos salientes entre las tiras del cuero ajado de sus sandalias estaban sucios del barro que había pisado durante su interminable travesía.
Un gato negro con alas de murciélago le dio una nada agradable bienvenida. Mostrándole en todo su esplendor la fealdad y fiereza de tan singular especie. El misterioso hombre se detuvo frente a una choza pequeña. El maullido le provocó un escalofrío que le recorrió todo el cuerpo. En ese momento, el miedo se apoderó de él, pero no podía arrepentirse, no ahora que ya había llegado a su destino.
La familia que habitaba el lugar era la adecuada para proteger y criar a la pequeña criatura que llevaba en los brazos. El bebé estaba perfectamente envuelto en una cobija hecha de una zalea de oveja. Esa protección era necesaria, pues la temperatura había bajado considerablemente. Ya se acercaba el crudo invierno y ese pueblo era lo menos malo que había encontrado hacía unos días.
El hombre ya no podía hacerse cargo del bebé. Ciertamente, le dolió tener que dejarlo, pero no tenía otra alternativa. Ese pequeño necesitaba una verdadera familia, y él nunca podría serlo, sobre todo porque era un ermitaño incapaz de educar a un ser tan indefenso.
Cuando dejó al bebé justo en el piso, frente a la puerta de entrada de la vivienda, este comenzó a llorar. El hombre corrió desesperadamente lo más rápido que pudo, alejándose para no ser descubierto por los moradores. Si lo veían, todos sus planes se acabarían. Por suerte, logró esconderse detrás de unos matorrales antes de que una mujer abriera la puerta, y sorprendida, levantara al pequeño.
El llanto del bebé cesó en cuanto fue tomado en los brazos cálidos y maternales de la misma mujer. El hombre, con lágrimas en los ojos huyó del lugar; ya nada tenía que hacer ahí. El pequeño ahora estaba a salvo.
Después de unos momentos que esperó para reponerse, decidió continuar su camino a través del bosque espeso, encontrando refugio en una casucha abandonada y oculta. El lugar le ofrecía un respiro para su corazón. Se sentía cobarde por haber abandonado una responsabilidad que nunca pidió y que jamás quiso, pero que le fue otorgada por un ser supremo y divino.
En lo más profundo de sus pensamientos, sabía que había sido lo correcto, el bebé corría peligro si continuaba a su lado. En su mente, el llanto del pequeño seguía resonando, recordándole su abandono y obligándolo a enfrentar las consecuencias de su decisión.
—Prometo permanecer cerca de ti, pequeño. Siempre estaré cuando me necesites — susurró el hombre mientras frotaba su rostro húmedo con las manos.
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DIEZ AÑOS DESPUÉS.
Un rugido ensordecedor hizo vibrar los cimientos de las chozas, haciendo que el miedo se incrustara en los corazones de los pobladores. Se trataba del despiadado Dragón que desde las alturas sobrevolaba amenazante. Las llamas ardientes salían de su hocico, incinerando todo a su paso.
El olor a humo impregnó el aire y los gritos de la gente desesperada se mezclaban entre si. Mientras el Dragón volaba en círculos sobre el pueblo eligiendo cuidadosamente sus objetivos, atacando los puntos más vulnerables. El caos surgido de la destrucción hizo que algunos no sólo intentaran escapar, sino que mejor decidieron esconderse. Muchas de las chozas tenían sótanos construidos precisamente para salvaguardarse de la furia del Dragón.
Atras de unos arbustos que se encontraban en el camino al bosque, dos pequeños que hasta ese entonces eran desconocidos entre si, chocaron con sus cuerpos al tratar de esconderse, cayeron al piso bruscamente —¡Auch! —se quejó uno de ellos, un niño de cabellera rubia y sonrisa arrugada. El otro sólo se le quedó viendo con sus enormes ojos negros. Su rostro denotaba sorpresa. Pero no se quejó por el golpe, y tampoco habló.
—Rápido acércate más hacia a mí, y no te muevas. Si esa bestía logra vernos o escucharnos nos comerá vivos —exclamó atemorizado, el pequeño rubio.
El de ojos grandes simplemente obedeció y se acurrucó entre los brazos del otro. Cuando escucharon que los gruñidos y aleteos cesaron, además de que la gente dejó de gritar, supieron que por ese día todo termino. El Dragón se había marchado del pueblo, el cruel asesino abandonó el lugar después de su cruel ataque, dejando desolación y dolor entre los aldeanos.
—Taemin Ghulyan, hijo de Boa Ghulyan la gobernadora del pueblo. —se presentó sonriente el rubio, ofreciendo un saludo con la mano, el cual consistía en hacer una V, con sus dedos índice y corazón.
El otro chico tardó unos segundos en decir algo, pero finalmente respondió —Kamalyan Minho, soy hijo del herrero Siwon Kamalyan —él solamente hizo una ligera reverencia.
—¡Oye, estás muy pálido! ¿Te asustó mucho el Dragón? —preguntó Taemin.
—No realmente, ya estoy acostumbrado. El color de mi piel se debe a que estoy enfermo
Contestó Minho con cierta timidez.
—¡Ohhh! lo siento, no quise ser indiscreto... —Taemin no terminó su disculpa, pues Minho le interrumpió.
—No te preocupes, estoy acostumbrado a que la gente pregunte por mi semblante sombrío. Mi papá dice que nací antes de tiempo y que por ese motivo soy débil. El alquimista Heechul me da algunas infusiones para que no me ponga más indispuesto, pero parece ser que mi cuerpo no responde del todo bien. De todas formas, ya me acostumbré.
—¿Tampoco vas al Դպրոց*(Colegio), verdad?. Nunca te he visto allí —cuestionó Taemin.
—No... ya no. Antes solía hacerlo, pero nadie me dirigía la palabra. Los demás creen que mi enfermedad es contagiosa. Pero eso no es cierto —explicó con cierta tristeza, Minho.
Taemin abrazó con fuerza a Minho, deseando transmitirle que él no creía en esas tonterías. —No te preocupes, desde hoy tú y yo seremos amigos. Prometo que te defenderé de cualquier persona que intente molestarte. Así que a partir de mañana vendrás conmigo al colegio.
El pequeño Minho esbozó una sonrisa discreta, preguntándose cómo podía ser posible que ese niño tan hermoso quisiera ser su amigo. —¿De verdad seremos amigos?
—¡Claro que sí, Minho! También te presentaré a mis otros amigos, y ellos te aceptarán igual. Ya lo verás, así que prepárate para mañana. Pasaré por ti en la herrería.
Enamorarse a primera vista podría parecer un capricho del destino, pero en realidad era un regalo especial del universo. En el instante en que Minho cruzó miradas con Taemin, algo mágico ocurrió en su corazón: un latido acelerado, una sonrisa tímida y una sensación de mariposas en el estómago lo inundaron por completo.
CONTINUARÁ.....
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EL ÚLTIMO DRAGÓN (2MIN)🌈
FanfictionEn el mundo fantástico de Mitanyan*, cuenta la leyenda que el Dios Sumeyeong vivía solo y aburrido. Lo único entretenido era escuchar cantar a los Gallos emperadores del cielo y la tierra, al amanecer y al anochecer. Sólo que eso no era suficiente p...