III

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Agosto, 1995

   Finalmente, ocurre lo que tanto ha temido: repetidos golpes de nudillos contra la puerta de su departamento se hacen oír.

   Sentado en el sofá de su sala, Will se lleva las manos a los ojos y suspira en silencio, consciente como nunca de que sus acciones tienen consecuencias. Por supuesto, ya venía siendo hora de que Mike se materializase en su puerta y exigiese saber por qué se retiró tan raudamente de su boda. Dustin se lo ha comentado apenas unos días antes, con un tono que poco y nada hizo por ocultar su reproche y su decepción: «No lo sé, hombre, obviamente se molestó... Te marchaste de la nada, sin siquiera despedirte».

   Aunque ya les hubo explicado a Dustin, Lucas y Max una versión censurada de la verdad —«me sentí mal, quise marcharme antes de llamar demasiado la atención»—, sabe que ninguno de ellos está conforme con su justificación porque, claro está, retirarse de una boda, por el motivo que sea, sin ofrecer explicación alguna a los novios, es de pésima educación.

   Desearía gritar, porque la razón por la cual hubo huido como lo hizo lo tiene atado de manos. Sabe que ha causado malestar e incomodidad a sus amigos y que su hermano piensa que sus acciones se deben a su amor no correspondido —y, oh, cómo detesta la mirada de lástima que le lanza, a veces, cuando cree que él no lo ve— y, sin embargo, lo peor de todo es que es plenamente consciente de que lo mejor que puede hacer es dejarlo pensar que se trata de eso y no decirle que...

   Bueno, no decirle la verdad.

   Los golpes vuelven a hacerse oír, esta vez más urgentes. A sabiendas de que ya no puede continuar postergando la confrontación, Will se levanta y arrastra los pies hasta la puerta.

   Ya está ensayando su disculpa en su mente cuando la abre y ve...

   ... a Eleven.

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—Hola, Will.

   —El —Will no puede disimular la sorpresa en su voz—. Uh, hola... ¿No deberías estar... de luna de miel con Mike?

   Aunque no han viajado, sabe que su mejor amigo y su hermana planeaban pasar al menos una semana solos, disfrutando el uno del otro y de su nueva vida de casados. Y, si bien esperaba que el temperamento irascible de Mike lo empujara a reclamarle su huida más temprano que tarde, definitivamente no previó la posibilidad de que fuese Eleven quien viniese a verlo.

   —Mike no sabe que estoy aquí.

   De pronto, todo se esclarece. Will baja la mirada, lo cual es un error, pues sus ojos se posan en el nuevo anillo de oro que hace juego con el de diamante que ya conocía...

   Traga saliva, y da un paso al costado.

   —¿Quieres... pasar?

   Eleven asiente y así lo hace. Will le indica con un gesto que tome asiento en el sofá.

   —¿Puedo ofrecerte un vaso de agua, un café...?

   A pesar de que no toma alcohol, realmente desearía poder beberse algo fuerte antes de esta conversación.

   —Agua está bien, gracias —Ella le ofrece una sonrisa cortés que delata un inusitado cansancio.

   —Un momento... —le pide mientras se dirige a la cocina.

   Pronto retorna con dos vasos de agua: le ofrece uno a su hermana y conserva el otro para sí. Luego, se sienta a su lado.

   —Gracias...

Cuatro semillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora