XIV

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Como es de esperarse, el primero en romper el silencio es Mike Wheeler.

   —Will, ¡no puedes estar hablando en serio! —protesta, poniéndose de pie y avanzando hacia su amigo con grandes zancadas—. ¡Este tipo asesinó a un montón de personas frente a El y trató de hacer lo mismo con Max! —Aunque hace lo posible por que no se note, la muchacha en cuestión se encoge al escuchar sus palabras, un trauma que continúa vigente.

   En lugar de acobardarse, por una vez en su vida, Will se levanta y le hace frente a su amigo.

   —Mike —murmura en voz baja—, por supuesto que desearía que esto no fuese cierto, desearía estar equivocado, pero...

   —¿Y cómo sabes que no lo estás? —La desesperación en su voz es evidente—. ¿Acaso no consideraste la posibilidad de que sea una treta, una trampa para hacernos pensar que ha cambiado cuando obviamente no lo ha hecho?

   Las comisuras de los labios de Will se curvan hacia abajo. El chico suspira y coloca una mano sobre el hombro de su mejor amigo.

   —Alguna vez, por petición tuya, hice las veces de espía de los planes de Henry, y eso salvó a Hopper —El jefe de Policía se encoge de hombros como diciendo «bien, tiene razón», mientras que su esposa enlaza sus dedos con los suyos y le ofrece una débil sonrisa para luego volver la vista a su hijo—. ¿Y ahora no me crees?

   —Sí, ¡y también murió gente por eso! —objeta Mike.

   La expresión estupefacta de Will delata que ese es un golpe bajo que no se esperaba.

   —Mike —Eleven le advierte, levantándose también para seguir a su esposo—, por favor...

   Pero nadie la escucha; nadie le presta atención, nadie se detiene a escuchar lo que tiene para decir...

   Cansado de este ir y venir interminable que atestigua a través de los ojos de Will, decide que ya ha permanecido suficiente tiempo en silencio.

   Y es entonces que interviene.

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Eleven siente que las piernas le flaquean al escuchar la serena voz de Henry detrás de sí:

   —Una vez más, Will Byers ha decidido entrometerse y revelarles a todos ustedes mis secretos. —Pese al calor horrendo del verano, el hombre viste la gabardina negra que ella tantas veces le ha visto usar e ingresa a la sala desde el arco de la cocina como si hubiese sido parte de esta reunión desde el inicio, como si tan solo la hubiese abandonado momentáneamente para ir por un vaso de agua—. Y, aun así, veo que sus palabras tienen poco valor para sus propios amigos. —Pronuncia la última palabra con desdén, su vista fija en Mike.

   —Henry —musita Eleven, horrorizada—. ¿Cómo...?

   Él tan solo se encoge de hombros y pasea una mirada desinteresada sobre los presentes, agitando una de sus manos en un gesto de desinterés.

   —Oh, no me presten atención: por favor, continúen con su conversación. ¿Cuál es este... plan con el cual acabarán conmigo «de una vez por todas?» —Su sonrisa burlona no hace más que ensancharse al notar la expresión crispada de Max—. Veamos, Harrington —fija su vista en Steve al decir esto: ¿agregaste más clavos a tu bate de béisbol? ¿Es eso? ¿O tal vez Nancy —mira a su cuñada, quien parece incapaz de parpadear siquiera debido al shock de tenerlo enfrente— se compró un arma nueva? —Chasquea la lengua y niega con la cabeza—. Vamos, sorpréndanme.

   Una pausa. La calma antes de la tormenta.

   Y entonces...

   Joyce suelta un grito de rabia y se dispone a abalanzarse sobre Henry cuando Hopper la toma de la cintura y la manda para atrás, momento que Jonathan aprovecha para constreñir a su madre y arrastrarla hacia la puerta de entrada. Por el rabillo del ojo, ve que Lucas hace lo propio con Max, quien parece no tener reparos en enfrentarse a Henry ella sola.

Cuatro semillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora